Modo claro/ Modo oscuro

lunes, 4 de mayo de 2020

Reencarné como una piedra - v1 - Prólogo

Prólogo

—¡Allahu akbar!

¡Booooooooom!

El estruendo de una explosión resonó por toda la cantera. Una inmensa nube de polvo se esparció por el lugar, haciendo desaparecer por completo la visión de la zona.

—Nada como una buena explosión por la mañana. ¿No te parece, Pedro?

—A mí lo que me parece es que deberías dejar de gritar eso antes de detonar la dinamita...

—No digas tonterías, es necesario avisar a la gente de la explosión lo más eficientemente posible.

—¡Pero no con esa frase!

—¿Por qué? En árabe significa dios es grande, en español bomba va.

—Un día de estos te van a detener, ya sea porque te tomen por un terrorista, o simplemente por ser un cabrón...

Suspiré pesadamente ante las palabras de ese hombre de 29 años, a quien sus casi dos metros de altura y cuerpo constituido de puro músculo, sumados a sus generalmente poco graciosos chistes, a veces hacían dudar un poco de si se trataba realmente de una persona o de un gorila súper evolucionado. No obstante, se trataba de mi mejor, o más bien dicho, de mí único amigo: Iosu Per Txapeldum… Y, a pesar de siempre dar una nefasta primera impresión, era un buen tipo… aunque ni su aspecto ni sus palabras ayudaban a corregir los malentendidos.

—No te pongas así, después de todo a nadie parece importarle. Al contrario, todos se ríen cada vez que lo escuchan.

—Haz lo que quieras, pero si sigues así te aseguro que un día tendrás problemas reales... Luego no me vengas llorando como si no te hubiera advertido.

—Bien, bien, lo he entendido. Cambiando de tema… mañana es tu cumpleaños, ¿verdad? Pensar que ya alcanzaste los treinta... Nos hacemos viejos.

—¡¿A quién llamas viejo?! Sigo siendo perfectamente joven —me golpeé el pecho con mi puño derecho, siendo esta vez yo el que se pareció a un simio.

—Cierto, tu cuerpo quizás alcance los treinta, pero tu mente sigue siendo la de un crío de quince años. Ja, ja, ja.

—¡Eso la tuya!

—No voy a negar eso —él también se golpeó el pecho del mismo modo que yo.

Tras un par de segundos de silencio, ambos nos echamos a reír. Tanto él como yo entramos a trabajar juntos en esa cantera hace cinco años. Nuestro día a día era un no parar de explotar y cargar piedras de un lado a otro. Un trabajo pesado, sucio, mal pagado, y lleno de peligros. Aún así, nos lo solíamos pasar bien.

—Y ahora que lo pienso, ¿sigues sin novia?

—Métete en tu vida…

—Solo me preocupo por ti. Bueno, no hay problema, aunque no encuentres nunca a ninguna chica que te quiera siempre me tendrás a mí.

—Esto… te lo agradezco... mucho…

Volví a suspirar pesadamente ante sus palabras… No podía negar que mi vida era un poco solitaria. Mis padres murieron hace dos años. No tengo hermanos ni otros parientes cercanos. Y, como él decía, tampoco pareja… ¡No estoy apenado por eso! ¡No lo estoy! Simplemente estoy esperando a que la chica adecuada aparezca… Mañana me compraré un par de gatos… Quizás tres.

—Tonterías a parte, deberíamos ir regresando al trabajo. Aún queda mucha pared que bombardear, je, je —Iosu sonrió mientras observaba los últimos rastros de polvo esparcirse en la lejanía.

—Cuándo tienes razón la tienes. Mejor dejemos de perder el tiempo y vayamos a ganarnos nuestro salario.

El día a duras penas había empezado, restaban bastantes horas de trabajo por delante, así que nos subimos al camión y nos dirigimos a nuestro destino junto a los demás compañeros.

Mi vida era bastante irónica. Cuando era pequeño nunca me hubiera imaginado que terminaría trabajando en una cantera. La gente muchas veces se reía de mí diciendo que me pegaba bastante… Mi nombre es Pedro… mi apellido Grava… Me parece que no hace falta decir nada más al respecto.

A eso se le tenía que sumar mi físico: Mido 1,97cm y siempre fui de una complexión robusta, al igual que Iosu. Los trabajos de fuerza siempre se me dieron muy bien. A causa de eso me gané el bonito nombre de “El muro”… Los niños pueden llegar a ser extremadamente molestos… los adultos más...



—¿Por qué siempre termino pensando en estas tonterías? —murmuré para mí al recordar mi infancia.

De pequeño, y en realidad ahora también, me solían gustar mucho los juegos de rol. Pasé la mayor parte de mi tiempo libre creando historias descabelladas junto a mis amigos, dejando a los dados decidir nuestros destinos escritos sobre simples hojas de papel llenas de garabatos.

A causa de mi maldito físico siempre me decían que me pegaba el guerrero… aunque a mí me gustaban más las clases mágicas, como el propio mago. En los videojuegos siempre terminaba quedándome con esa clase. ¡La magia es lo mejor!

«Pero la vida no es un juego, no puedo elegir una clase diferente.», sonreí irónicamente.

Llegamos a nuestro destino y todos nos pusimos a trabajar. Mover el equipo, prepararlo todo en su sitio… Hay que tener cuidado con la dinamita, no cualquiera la puede tocar… No cualquiera la debería tocar...

—Sería bonito explotar todo esto con magia en lugar de con bombas.

—Te apoyo, Pedro. Yo no dudaría ni un segundo en centrarme solamente en una magia para crear explosiones. Moriría solo por ello.

Lo dije en broma, pero Iosu no era muy distinto a mí… Bueno, al menos en la parte de gustarle la idea de usar magia… creo...

—Hombre, también estaría bien tener otras…

—¿Para qué? ¡Las explosiones son lo máximo! De todos modos la magia no existe ni existirá jamás. Por suerte, para compensar eso tengo a mis hijitas, je, je, je.

—A veces me das miedo.

«¿Cómo le dejaron a este ser artillero? Bueno, es mejor esto a que haga vete a saber qué…»

Obviamente, en la realidad no existe la magia. La dinamita era nuestra magia aquí. Para todo lo demás tocaba tirar de músculos, y de eso no me faltaba.

«Bueno, vamos con esto.»

Me separé un poco del grupo para terminar las preparaciones al lado de la pared de roca mientras me perdía en mis fantasías.

«Si alguna vez pudiera ir a un mundo de fantasía…»

—Ja, ja, ja, como si eso pudiera pasar… —murmuré.

¡Moooooooooook!

—¡Cuidado, Pedro!

Me giré de golpe al ser alertado por el sonido de la bocina de un gran auto y el grito de mi amigo, justo a tiempo para ver un inmenso camión descontrolado acercándose a toda velocidad hacia mí.

—¡¿Quién es el gilipollas que conduce esto?!

A duras penas pude reaccionar a tiempo para apartarme al tirarme al suelo a varios metros de donde estaba. El vehículo se estrelló de frente contra la pared, a menos de dos metros de mí.

—Fuaaaaa... Me salvé de milagro.

O eso pensé, pero no fue así... Tras el impacto del camión, un grupo de rocas que se encontraban justo encima mío se desprendieron de la pared. Tirado en el suelo como me encontraba no me daría tiempo a apartarme.

—Esto no puede estar pasando...

El tiempo casi parecía haberse parado. Pude ver a cámara ultralenta como toneladas de piedra se precipitaron encima mío, que no tenía manera de escapar. Mientras maldecía mi suerte, me pareció escuchar un leve y casi imperceptible susurro que parecía venir directamente del camión…

—¿Acaso creías poder escapar de mí?

0 comentarios:

Publicar un comentario