¿Quieres decirme algo?

Para cualquier cosa que quieras decir o preguntar, simplemente deja tu mensaje directamente en el apartado o manda un mail.

Modo claro/ Modo oscuro

lunes, 31 de agosto de 2020

Sombras Divididas - v1 - Capítulo 17

17 - Es por ti, es por mí


—No serás… ¿la hija de Arkin? —preguntó Theralox. 


Mordí mi labio con fuerza, maldiciendo mi descuido. Ese Arkin probablemente era el padre de Raidha, el rey de los silphen. No me esperaba que este tipo pudiera conocerla. Puse fuerza en mi cuerpo y me levanté. Saqué a Vurtalis y corrí hacia su espalda en un intento de apuñalarlo. Antes de poder clavarle la espada se apartó y yo caí tontamente delante suyo. Mordí con más fuerzas mi labio, hasta el punto que empezó a sangrar. Me di la vuelta en el suelo y vacié lo que me quedaba de cargador encima suyo. Otra vez evitó los disparos como si no fuera nada, pero al menos lo aparté un poco de Raidha.


—¡Vete, idiota! ¿No ves que no aguantaré mucho? ¡No te quedes parada! —le grité a Raidha. 


Pero por mucho que insistiera, esa idiota no parecía querer marcharse. Se quedó pasmada a mi lado, con los ojos llorosos. 


—¡¿Acaso solo sabes llorar?! ¡Empieza a correr de una vez! —grité más fuerte. 


Me devolvió una sonrisa forzada antes de empezar a correr de una vez… hacia Theralox. No importa como se mirara, no podía hacer nada contra él y hasta fallé en detener a Raidha. No obstante, antes antes de que el Katryde pudiera hacer nada, un tornado negro apareció alrededor de Raidha y lo apartó violentamente de ella. 


—Drayd, ¿fuiste tú? —me preguntó Raidha, tan sorprendida como yo.


—Yo no hice nada... —respondí con un hilo de voz.


—Hablando del diablo, va y se manifiesta —dijo Theralox, con sudor cayéndole de la frente.


Los pasos calmados de una persona llegaron a mis oídos. Tanto Raidha como yo nos giramos. Una persona conocida se acercaba tranquilamente hacia nosotros.


—¡¿Papá?! ¡¿Qué haces aquí?!


Sí, el rey de los silphen, el padre de Raidha, había aparecido de la misma nada. En cierto modo me alegré, pero al mismo tiempo me preocupé...


—¿Tú qué crees, hija? Vine a por ti... y de paso exterminar a esta plaga que se atreve a tocar a mi hija —Arkin le respondió al mismo tiempo que le dedicaba una mirada capaz de matar por sí sola a Theralox.


«¿Vino a ayudarnos? ¿En serio? Bueno, después de todo sigue siendo su padre, es normal... supongo...»


Raidha me ayudó a levantarme y me llevó junto a su padre. Un suspiro de alivio salió de ella. Toda su preocupación había desaparecido. ¿Tan fuerte era su padre? La verdad, de alguna manera se veía confiable, así que…


—Ehm… —murmuré al acercarme al padre de Raidha.


Tan pronto como estuve a su alcance solo pude escuchar el sonido de lo que parecían ser mis costillas rompiéndose.   


—Ugh...arg...aaaa... ya.. decía yo... que era demasiado bonito... —escupí palabras junto a sangre tras volver a caer al suelo.


De nuevo, ni siquiera vi qué me golpeó. Seguidamente me agarró del cuello y me alejó de su hija.


—¡Cómo te atreves a secuestrar a mi hija! 


—Esto… no… yo… —escupí esas palabras junto a un poco de sangre. 


—¡Para, ¿qué haces?! —Raidha intentó pararle sin éxito.


—Raidha, tus alas... ¿Qué te ha pasado? Es culpa suya, ¿verdad? Y... ¿qué pasó con Vurtalis? De verdad hija, no entiendes nada, tú…


Antes de que pudiera terminar de hablar, un rayo de luz fue lanzado hacia nosotros. Me soltó y lo bloqueó con sus manos desnudas. Ni de broma me quedaba yo ahí incluso en tal estado. Empecé a arrastrarme como pude mientras dejaba un rastro de sangre a mi paso. Raidha corrió detrás de mí, me levantó y empezó a correr cargando casi por completo el peso de mi cuerpo.


—¡Raidha, ni se te ocurra alejarte de aquí! —gritó su padre.


Raidha se detuvo un segundo y mordió sus labios con sus ojos cerrados. Al abrirlos, empezó a correr más rápido que antes.


—¡¿Raidha, acaso no entiendes lo qué estás haciendo?! —gritó de nuevo su padre.  


—No, papá, ¡el que no entiende eres tú! —le respondió ella sin girarse.


El rey de los silphen intentó seguirla una vez más, pero Theralox no le dio tiempo para hacerlo. Apenas pudo mirarla marcharse conmigo a cuestas mientras seguía bloqueando sus ataques. Nosotros aprovechamos para escapar de ambos.


***


La conmoción creada por Arkin nos permitió escapar. Me apoyé en Raidha y corrimos por lo que pareció una eternidad. En realidad no fueron más que unos pocos minutos, pero cada paso que daba era un maldito infierno que ralentizaba mi percepción del tiempo.


Me costaba respirar, no podía ver bien. Todo mi cuerpo se sentía pesado y me salía sangre de todos los agujeros del cuerpo. Cada cierto tiempo tosía sangre que amenazaba con ahogarme. No sería exagerado decir que en ese mismo instante estaba más muerto que vivo.


—Olvídate de mí y vuelve con tu padre... ¿No tienes miedo de que le pase algo? —dije con un fino hilo de voz.


—Papá no me preocupa. Esos Katrydes no son más que un juego para él —me contestó con una mirada preocupada.


—Entonces estarás mejor a su lado. Toma tu espada y regresa con él... No creo aguantar mucho más... —finalmente le dije la verdad.


Era sorprendente que siguiera vivo después de todo lo que había recibido y un milagro que siguiera consciente. No entendía de dónde sacaba las fuerzas para seguir moviéndome.


—¡No digas estupideces! No voy a dejarte aquí.


Escupí sangre un par de veces más antes de poder hablar de nuevo con dificultad.


—¿Por qué haces tanto por mí?


——No es solo por ti... también lo hago por mí.


Clavé mi mirada en sus ojos. Seguían siendo los mismos ojos llorosos de antes, pero mostraban una extraña determinación.


—No lo entiendo…


—Yo.. yo... ¡te prometí que te devolvería a tu casa! No importa qué, no pienso faltar a mi palabra! —noté que me sujetaba con más fuerza.


No pude responder a eso. En realidad no entendía absolutamente nada del comportamiento de esa chica.


—Simplemente aguanta, aquí está la fisura. Dame unos segundos, la abriré y podremos irnos.


Me paré a recuperar el poco aliento que era capaz de tomar mientras miraba como la princesilla empezaba a usar su magia espaciotemporal... o lo que fuera. En lugar de abrir un portal a otro mundo más bien parecía que estaba abriendo una especie de agujero negro en medio de la ciudad.


«¿Tenemos que saltar ahí dentro? Bueno, será mejor que quedarnos en este sitio...»


De golpe un escalofrío recorrió mi espalda.


—¡Al suelo! —grité sin pensar.


Salté, o mejor dicho, simplemente me dejé caer hacia ella y la empuje. Noté un dolor punzante en mi abdomen. Algo me atravesó. Y no solo me dio a mí, Raidha también había sido herida en su costado. Me desplomé en el suelo, que lentamente se teñía de rojo debajo de mí. Mi conciencia por fin empezó a disiparse progresivamente. A duras penas podía escuchar sonidos y mantener una visión borrosa que lentamente desaparecía.


—¿Acaso no os dije que no escaparíais? —llegó la voz de ese Katryde.


Theralox se presentó delante nuestro con un aspecto bastante lamentable. Su ropa estaba rota y tenía bastantes heridas serias.


—¿Qué haces aquí? Mi padre... ¡¿Dónde está mi padre?! No puede ser que tú…


—Por mala suerte está perfectamente. Ese demonio es increíblemente fuerte. No he podido hacerle absolutamente nada. Sin embargo, yo también tengo mis recursos. Tardará un buen rato en venir aquí, lo suficiente para terminar contigo. A pesar de que quisiera acabar con él a cualquier coste... Por lo menos perder a su hija le hará sentir un poco de lo que yo sentí... Lo sé, una triste y patética venganza... No obstante, me hará sentir algo mejor... Espero que a mi hermano también.


Pasó a mi lado completamente confiado. Probablemente creyó que yo ya estaba muerto, cosa que realmente no era nada raro de pensar. Pero no era así, seguía vivo... Algo dentro de mí se negaba a dejar las cosas como estaban... No podía dejarle matar a... Raidha.


Una gota de energía llenó un poco mi cuerpo desde la misma nada. Mi mente ya no funcionaba bien y mi cuerpo parecía actuar por puro instinto. Me levanté como un zombi al borde de colapsar. Theralox siquiera me notó. No me di cuenta de cómo Vurtalis llegó a mi mano. Me dejé caer hacia él y le lancé un corte con todas las fuerzas que me quedaban.


—¡Ugh! ¡¿Pero qué?!


En el último momento pareció notarme. Se giró rápidamente, pero fue un poco tarde. Al haberse dado la vuelta, Vurtalis se hundió en su pecho unos pocos centímetros. No fue una herida mortal a causa de mi falta de fuerzas, aún así le dejé un corte bastante profundo, lo suficiente para hacerle retroceder. Lástima que vurtalis quedará así, con su poder anterior quizás... quizás le habría matado...


«Incluso al final no pude hacer nada…»


Mis ojos y los del Katryde se encontraron de frente. Me dio un fuerte empujón para sacarme de encima y retrocedió un par de pasos con una mezcla de dolor y miedo en su rostro.


—Tú, ¿qué eres? —murmuró el Katryde.


—¡Ahora Drayd, vámonos! 


Raidha me atrapó antes de que me precipitara contra el suelo mientras sujetaba su herida con su mano izquierda, que se había teñido completamente de rojo. Con un fuerte tirón, nos arrastró a ambos dentro de ese agujero negro... en el que el único hilo de consciencia que me quedaba por fin fue cortado… Qué pasó luego en la ciudad, probablemente nunca lo sabríamos...


< Anterior - Índice - Siguiente >

domingo, 30 de agosto de 2020

Sombras Divididas - v1 - Capítulo 16

16 - La batalla continúa


Un sueño despertó desde lo más oculto de mi alma, un sueño del que no quería despertar por nada del mundo. No era un simple sueño, recuerdos de un pasado distante se filtraban desde lo más profundo de mi subconsciente.


Todo a mi alrededor estaba oculto detrás de una siniestra capa de densas sombras que apenas me dejaban ver, haciéndome dudar de si lo que me rodeaba era real o no. Aún así no podía evitar anhelar perderme en esos recuerdos turbios. 


Nací en una familia feliz, formada por un padre, una madre y una hermana mayor. No teníamos problemas, o eso creía yo, hasta que empecé a notar que yo mismo era el problema. No necesité mucho tiempo para darme cuenta de que había algo raro en mí. Se me podía considerar una pieza de un puzle que no encajaba en ningún lugar.


Mis padres tampoco tardaron en notar la anomalía en mí. Mis intereses no coincidían con la mayoría de los de mi edad y pocas cosas lograban captar mi interés, haciendo que pasara el día con una expresión aburrida y molesta en mi rostro… Nadie me entendía...


Intentaron muchas cosas distintas para hacerme cambiar, pero nunca lograron resultado alguno, o más bien, consiguieron el resultado contrario al esperado. Todo y todos empezaron a parecerme un incordio y no dudaba en demostrarlo de malas maneras, hasta el punto de herir fácilmente los sentimientos de los demás. 


Conforme fui creciendo la situación no mejoró mucho. Seguía sin encajar, a pesar de buscar desesperadamente la forma. Demostré una gran facilidad para retener información y aprender cosas nuevas, pero nada consiguió satisfacerme por completo. La frustración fue incrementando hasta el punto en el que me irritaba por cualquier cosa y la descargaba en cualquiera que se me acercara. La gente empezó a distanciarse poco a poco de mí.


A los seis años ya no quedaba nada que me interesara lo más mínimo. Después de todo yo no encajaba en este mundo, y un día un grupo de niños decidió recordármelo de malas maneras. Finalmente estallé y decidí desatar toda mi ira en ellos. Les quise dar una paliza, dejarlos tirados en el suelo llorando y gritando de dolor. Al pensar en ello una sonrisa se formó en mi cara, pero una sonrisa agradable, sino una sonrisa macabra llena de intenciones asesinas.


—¡Oye, tú, qué crees que estás haciendo? 


Pero justo antes de que la locura terminara de tragarme, ella apareció. Ella… ¿quién era ella? No conseguía ver nada de esa silueta oculta entre las sombras. No recordaba su rostro, su voz, su edad, nada… Lo único que podía recordar era… su brillante sonrisa que se parecía al mismo sol...


—No puedes ir golpeando así a la gente, es malvado.



—Eres molesta, métete en tus asuntos.



—¿Por qué te peleaste con ellos? 


… 


—Ellos lo han querido así. Son molestos, me enfurecen. 



—¡No es verdad!


—Lo es.


—No lo es, idiota.



No importa lo que habláramos, no podía recordarlo bien, pero incluso a través de esos nublados recuerdos podía ver claramente el cielo estrellado encima de mí.


—Dime, ¿qué te parece el cielo?


—¿El cielo? Una mierda…


—¡Vamos, no seas así! Pareces un amargado, aprende a disfrutar un poco más de la vida. ¡Sonríe un poco!


No me faltaban ganas de marcharme de allí inmediatamente, pero algo en ella despertaba mi curiosidad y me ataba a su lado. Por primera vez estaba sintiendo interés por algo…


—Bueno, me voy.


—Espera…


—¿Qué pasa?


—… ¿Nos volveremos a ver?


¿Qué fue de esa chica? No lo sé y probablemente nunca lo sabré. Además, lo único que me permitía recordar esos acontecimientos era este sueño, pero los sueños son sueños y tienden a olvidarse. Cuando despertara el recuerdo se habría esfumado, como si nunca hubiese ocurrido jamás...


***


Al abrir los ojos no podía ver nada, pero noté rápidamente que no era por estar oscuro. Mi cara estaba apoyada en algo blando.


«¿Cómo he terminado así?», me pregunté al darme cuenta de donde estaba apoyado.


«Bueno, ahora a ver qué hago.»


—¡Despierta!


No tuve suficiente tiempo para pensar qué hacer antes de que Raidha misma me apartara y se pusiera a sacudirme intentando despertarme. Lentamente hice como que me despertaba.


—Ahm, buenos días Raidha, ¿cómo estás?


«Parezco idiota diciendo esto... ¿En serio solo se me ocurrió tal tontería?»


Se podía ver claramente que hasta hace no mucho estaba llorando, ya que las lágrimas aún no se habían secado y el miedo estaba presente en su rostro. Aún así, no podía perder el tiempo en intentar saber qué le ocurría ni de intentar consolarla.


—Tenemos que irnos antes que llegue más gente —le dije mientras me levantaba torpemente.


—Sí... ¡Vámonos! —se secó los ojos mientras se ponía de pie.


Nos pusimos en marcha, pero a los tres pasos caí de rodillas. Todo el cuerpo empezó a dolerme como nunca antes lo había hecho. Los huesos me crujían, mi respiración era pesada y hasta escupí sangre un par de veces.


—¿Estás bien? —se me acercó preocupada.


«Claro que sí... ¿No es obvio?», maldije en mi cabeza mientras me intentaba sobreponer al dolor.


Entonces me di cuenta, mis manos, mis pies, mi ropa, había manchas rojas por todos lados.


«¿Sangre?»


Empecé a temblar. Un mal presentimiento me invadió. No quería mirar atrás, pero me forcé a girar la cabeza… La calle entera estaba pintada de rojo. Las náuseas me invadieron; casi vomito un par de veces.


«Esto lo hice... Lo hizo... ¿eso?»


Desvié la mirada en pánico. El shock me hizo olvidar el dolor por un momento. Me levanté apresuradamente y caminé hacia Raidha unos momentos antes de que mis piernas se aceleraran sin querer. No quería pensar en lo que acababa de ver, simplemente quería huir de allí.


—¡La noto, la fisura está a menos de quinientos metros! —gritó Raidha.  


Inconscientemente ambos aceleramos, pero antes de poder avanzar pocos metros, un destello de luz apareció delante nuestro. Era otro Katryde que, a diferencia de los soldados que nos habíamos encontrado, no usaba armadura. Su ropa era bastante normal, aunque destacaban bastante unas medallas que colgaban desde su pecho.


—Parece que llego tarde —murmuró de mala gana.  


Aparentaba estar en sus últimos treinta o tempranos cuarenta. Su aspecto era parecido a los demás Katrydes: cabello dorado que le llegaba hasta los hombros y una barba del mismo color que parecía haberse descuidado durante unos cuantos días. El color de sus ojos seguía siendo el mismo plateado, pero había algo diferente en ellos. Al cruzar miradas con él pude apreciar que desprendían un brillo que los demás Katrydes no tenían. Solo con eso pude deducir que no se podía comparar con los demás. 


«Mierda, ¿qué hacemos ahora?»


Apenas parpadeé un segundo y me lo encontré justo delante. Un fuerte puñetazo me golpeó en la cara sin que pudiera hacer nada. Caí tontamente al suelo. Todo el mundo a mi alrededor daba vueltas sin parar.


—No me puedo creer lo que les hiciste a mis hombres, menudo monstruo estás hecho.


Raidha vino corriendo hacia mí, preocupada, pero tan pronto se me acercó fue apartada por un golpe que le dio ese mismo tipo con la parte trasera de su mano.


—¡¿Quién eres tú?! —le pregunto Raidha mientras se levantaba con la mano en la cara.


—Me llamo Theralox, un general del ejército Katryde. Tuvisteis mala suerte de que justamente me encontrara por esta zona.


Theralox empezó a caminar hacia Raidha, sin mucha prisa. Yo no estaba en condiciones de hacer mucho. No me quedaban fuerzas para levantarme del todo y apenas podía moverme bien, aún así desenfundé la pistola y le apunté desde el suelo.


—¡No te acerques a Raidha!  


Mi pulso no era firme. Mi mano temblaba como gelatina y mi visión también fallaba. Dudaba poder acertar por mucho que disparara de cerca. 


«Estoy seguro de que no salgo vivo de esta… ¿Por qué estoy haciendo esto?»  


Theralox me ignoró por completo y siguió acercándose a Raidha. Apreté el gatillo varias veces, pero realmente no acerté ni una. Las pocas que le pudieron haber alcanzado las evitó simplemente moviéndose al lado. Por fin entendí a que se refirió Raidha cuando me dijo que las armas de fuego no valían la pena. 


—Erfes realmente molesto, chico —se giró hacia mí.


—Raidha, corre… Por lo menos huye tú… Los retendré de alguna manera.


Ni yo mismo creía lo que había dicho, pero esas palabras salieron estúpidamente de mi boca...   


—¿Has dicho Raidha? 


… y por lo visto llamaron bastante su atención. 


Sombras Dividias - v1 - Capítulo 15

15 - Masacre en la calle sin nombre


Revisé rápidamente su equipo. Había quienes usaban espadas, otros lanzas y algunos incluso algo parecido a pistolas o rifles. También había algunos que parecían especializarse en magia.


—En serio, ¿para qué tantos? ¿Todos vosotros solo para matar a una indefensa chica? ¡Sois simplemente basura!


No esperé a que llegaran, sino que fui de frente contra ellos. El primero con el que me crucé, un tipo con una espada larga, me atacó con un simple tajo desde arriba, un ataque predecible y fácil de esquivar. Únicamente me hizo falta moverme un poco al lado y girarme para que la espada pasara por delante mío sin hacerme absolutamente nada. Sus brazos quedaron completamente expuestos después de ese ataque fallido, así que aproveché para cortarlos. El sonido de la espada al caer al suelo fue ensordecido por su terrible grito de dolor. No tenía ganas de escucharle gritar, por lo que le silencié atravesando su boca con mi espada.


—No grites, no estoy sordo.


Dos más intentaron flanquearme en un ataque de pinza incluso más estúpido al intento de rodearme de los tres del principio. Solo me hizo falta saltar para evitar las espadas, que dejaron un silbido al cortar el aire justo debajo mío. Sin poder detener del todo su avance, se acercaron lo suficiente entre ellos como para que pudiera aterrizar justo encima de sus cabezas simplemente abriendo un poco las piernas.


—¿Qué tal aquí abajo? ¿Todo bien?


—¡Serás! —gritó uno de ellos, molesto por tener mi zapato en su frente.


No les di tiempo a intentar apartarse. Utilizando el mismo método con el que disparé la energía oscura desde mi dedo lancé un rayo desde los pies. Sus cabezas estallaron en mil pedazos bajo el fuerte ataque de energía oscura concentrada. Aterricé fácilmente entre ambos cuerpos que cayeron de espaldas al suelo.


—Tres menos.


Al ver la facilidad con la que murieron esos dos los demás cambiaron a una actitud más defensiva. Yo no pretendía esperarles de todos modos.


—Si no os acercáis vosotros lo haré yo.


Apoyé de nuevo mi espada en el hombro y caminé hacia ellos. Cuatro parecieron tragarse su miedo y se lanzaron hacia mí gritando. Un simple corte horizontal fue suficiente para tener a dos más tendidos en el suelo. Los otros dos pudieron reaccionar a tiempo y evitaron ser cortados junto a ellos.


—Cinco menos... Todos vosotros sois simple morralla. ¿No hay soldados más fuertes?


No tenía la más mínima idea de cómo estaban formadas sus tropas, pero estaba claro que estos eran de lo peor como soldados.


—¿Qué eres? —susurró uno de ellos con un fino hilo de voz.


—Nada... Yo no soy nada —respondí molesto.


—Maldito monstruo... ¡Escuchad, no le temáis! ¡Vamos a atacar con todo lo que tenemos! —se adelantó el que parecía ser el líder de los refuerzos.


Todo el grupo empezó a brillar con gran intensidad. Por lo visto realmente planeaban ir con todo lo que tenían.


«Definitivamente son un grupo de idiotas, esperaron a que murieran cinco de ellos para ponerse a luchar en serio. Sin duda una estrategia de primer nivel.»


Decidieron mantener la distancia y empezar a atacar con su magia. Un montón de rayos blancos fueron disparados. A partir de ese momento también me tocó ponerme un poco más serio. Desvié algunos de sus ataques con mis propios disparos de energía oscura, bloqueé otros con la espada y algunos los evité de pura casualidad. A pesar de todo, lo único que tenían era ventaja numérica. Si hubieran sido menos siquiera me habría sido necesario sudar ni un poco.


Al ver que no se acercaban entendí que debía responder el fuego del mismo modo. Sopesé algunas ideas mientras sacudía la espada moviendo ligeramente mi muñeca de arriba a abajo.


«Veamos si esto funciona.»


En lugar de concentrar la energía en mi mano la hice fluir hacia Vurtalis. Creé una fina capa alrededor de su filo y luego lo disparé con un rápido corte horizontal hacia arriba. Una cuchilla negra voló directamente hacia uno de los katryde situado aproximadamente a unos diez metros de mí.


«Uhm, pues lo hizo.»


Ese katryde estaba completamente concentrado en atacar y no pareció plantearse siquiera que yo fuera capaz de contraatacar mientras evitaba sus ataques. La cuchilla le alcanzó de lleno, segando su vida en un instante. Aproveché para repetir la acción en sentido opuesto al anterior y otro de ellos murió de la misma manera.


—Siete menos... Quedan cinco.


Avancé un poco. El sonido de las pisadas mojadas llegaba a mis oídos. Miré hacia abajo. El suelo estaba cada vez más rojo y el nauseabundo olor de la muerte llenaba mis fosas nasales. No me importaba mucho, pero tampoco era algo que se pudiera llamar complaciente para los sentidos.


—¡Esto es imposible! ¡No quiero morir! —gritó uno de los Katryde, completamente aterrorizado.


—Mantén la calma, soldado —intentó tranquilizarlo el líder.


—Señor, ¿es que no lo ve? ¡No podemos hacer nada contra esa cosa! —añadió otro.


—Yo no pienso quedarme aquí. ¡Me largo ahora mismo! —siguió otro.


Y así la moral de todo el grupo se rompió por completo. Excepto por el líder, que aguantaba probablemente por puro orgullo, los demás soldados estaban literalmente aterrados.


—Está bien... ¡Retirada! ¡Vámonos a máxima velocidad y regresemos a la nave a avisar al general! —el líder cedió al ver que su grupo era completamente incapaz de seguir luchando.


Todos salieron disparados como si de auténticos rayos de luz se trataran. No podía permitir que escaparan. Era bastante probable que si lo conseguían llamarían a otros tantos y llegarían más refuerzos en pocos minutos. Yo, por mi parte, ya estaba llegando a mi límite. Por lo tanto llené todo mi cuerpo con lo que me quedaba de poder y los seguí. No, no los seguí, más bien les adelanté y bloqueé el paso.


—¡¿Qué?! Esto es imposible, ¡no hay nada que pueda correr más rápido que la luz! —gritó uno de ellos al verme bloquearles el paso.


—Por muy rápida sea la luz, la oscuridad siempre habrá llegado antes —le sonreí al mismo tiempo que reunía el poder oscuro en mi mano.


***


Volví con Raidha. Puesto que conseguí que la atención de todos los soldados fuera puesta únicamente en mí no había sido herida, pero se la veía tan aterrada como ellos. Sus lágrimas no paraban de caer como ríos y cuanto más me acercaba más asustada se la veía. No tenía ni idea de cómo actuar al respecto.


—Cálmate, no tengo intención de hacerte nada…


Apretó los puños y después de tragar pesadamente controló sus temblores y abrió la boca.


—¿Drayd? No… tú no eres él... ¿Quién eres realmente? —dijo con una voz que mezclaba miedo y rabia en ella.


—No soy ese idiota, y quién soy realmente no es algo que te pueda decir... ni yo mismo lo sé. No soy nada, no soy nadie.


Cerró sus temblorosos labios y los mordió ligeramente. Habiendo recuperado un poco de su valor, se levantó y corrió hacia mí. Me sujetó con fuerza del cuello, sin parar de temblar ni de derramar lágrimas. 


—¡¿Qué pasa con Drayd?! Está bien o... Espera, ¿estás sangrando?


Pasé mi mano por debajo de la nariz. El dedo índice se volvió rojo.


«Esto es problemático...»


También empecé a notar que mi conciencia se adormecía. Había llegado completamente a mi límite. Apenas podía mantenerme en pie.


—Parece que va siendo hora de que ese idiota regrese. 


—¿Eh?


A parte de la somnolencia podía notar que todo el cuerpo me dolía intensamente. Las sombras parecidas a humo también habían parado de salir. Por lo visto su cuerpo no era capaz de aguantar este poder.


«Si sigo agregando presión en su cuerpo es capaz de morir. No puedo seguir con el control... Aunque tampoco parece que me quede energía para ello...»


—¿Qué quieres decir?


—Simplemente eso. Por el momento me voy... Es todo tuyo...


Mi conciencia empezó a desvanecerse y perdí el control del cuerpo, que cayó como un peso muerto en los brazos de Raidha.


«Más te vale poder apañártelas por ti mismo por el momento. No podré ayudarte por una temporada...»


Levanté ligeramente los ojos con una visión borrosa y miré fijamente a los de Raidha.


—No muráis... —alcancé a susurrar antes de perder el conocimiento por completo, intentando que Raidha no me escuchara.


< Anterior - Índice - Siguiente >

Sombras Divididas - v1 - Capítulo 14


Sombras Divididas - v1 - Capítulo 13


Sombras Divididas - v1 - Capítulo 12


Sombras Divididas - v1 - Capítulo 11


martes, 18 de agosto de 2020

Reencarné como una piedra - v2 - Capítulo 1

1 - Conocimiento general


Conseguimos llegar a Cerbalón antes de que se pusiera el sol. Seguimos a la elfa pervertida sin rechistar hasta su casa. Después de asegurarse de que la puerta estuviera bien cerrada se sentó en un lado de la mesa del comedor e hizo sentar a Limy en el otro lado. Obviamente, yo terminé encima de la mesa, aguantando la punzante mirada de Aeldrya. 


—Una piedra viviente y un limo azul que se hace pasar por una niña humana… No hay manera de que pueda entender qué os pasa por la cabeza.


—Simplemente quería vivir como lo hace un simple humano.


—Iré donde el maestro vaya.  


—Eso de maestro… ¿Eres algo así como un maestro de mazmorra?


—Bueno… no exactamente… Más bien… directamente soy la propia mazmorra.


Aeldrya se derrumbó encima de la mesa. Después de pasar unos instantes de meditación con la cara completamente pegada en la madera, se levantó sujetándose la frente.


—¡¿Cómo que la propia mazmorra?! —gritó como una loca.


—Soy un núcleo de mazmorra… o algo así...   


—Y Limy es un limo azul.


La elfa se quedó unos segundos observando a Limy con los ojos entrecerrados.


—¿No es muy fuerte para ser simplemente un limo azul?   


—La creé como una élite, probablemente sea por eso. 


De nuevo la elfa se desplomó sobre la mesa y siguió hablando sin despegar la cara de encima.


—Un limo azul élite y un núcleo de mazmorra… Me pregunto qué pasaría si te destruyera…


Apenas dijo eso, Limy me cogió y me apartó de ella.


—No dejaré que le hagas nada al maestro. 


—Tranquila, no le haré nada. Escuché que por romper un núcleo de mazmorra uno gana muchas cosas. Simplemente me preguntaba si sería verdad o no. 


—Bueno… —murmuré. 


—De todos modos no importa. Hay mucha gente que lo cree y daría lo que fuera por romper uno. Es más, los núcleos de mazmorra se protegen creando mazmorras llenas de trampas y monstruos justamente por eso. Me parece irreal que haya un núcleo de mazmorra que en lugar de eso se dedique a viajar por zonas habitadas acompañado por un limo azul. 


—Tengo un trauma con las mazmorras, ¿algún problema?


—Si alguien te descubre estás muerto. 


—Con que no me descubran es suficiente. Si no tengo una mazmorra nadie entrará a destruirme y por mi aspecto no hay manera de que sepan lo que soy. ¡El mejor escondite está entre tus enemigos! 


—Hay artilugios capaces de detectar núcleos de mazmorra y gente con capacidades de análisis que podrían saber tu estado con solo mirarte… Aunque por suerte no hay por esta ciudad —susurró esa última parte, como si se la dijera a sí misma.


—Mierda… ¡¿Por qué destruir mazmorras, acaso no son un buen lugar para entrenar y sacar tesoros?!


—Y también una puerta de entrada para los demonios.


—¿Demonios?


—¿De verdad no sabes nada sobre ti mismo?


—Pues… En realidad no sé absolutamente nada de este mundo...


Un suspiro de resignación hizo eco en la sala.


—Está bien, déjame explicarte un poco sobre lo que llamamos mazmorras. Se suele llamar comúnmente mazmorra a una zona del espacio deformada por los llamados núcleos de mazmorra. Los núcleos de mazmorra son unos extraños monstruos capaces de deformar el espacio que les rodea a su antojo e incluso dar vida a todo tipo de monstruos. Esos son llamados núcleos de mazmorra naturales. 


—¿Qué quieres decir con naturales?


—Estos núcleos son como otros monstruos. Aunque no son muy inteligentes, tienen su propia conciencia e instinto de supervivencia. Nada más nacer empiezan a crear una mazmorra por sí mismos para protegerse.


—¿Y con esto quieres decir que también hay núcleos artificiales? 


—Correcto. No se sabe mucho sobre cómo aparecieron. Algunos creen que al ver la capacidad de estos monstruos, algunos iluminados con pocas luces intentaron copiar sus habilidades, otros creen que simplemente aparecieron por culpa de algún experimento fallido… En realidad hay muchas teorías, pero la más aceptada es que simplemente los creó un demonio muy poderoso con la intención de intentar controlar la vida en sí misma. Estos núcleos están hechos con materiales como piedras mágicas y no poseen conciencia alguna. Son simples herramientas que requieren de alguien para funcionar, un maestro de mazmorra.


«Ya veo… así que me convertí en un núcleo de mazmorra porque me robé algo de ese núcleo…»  


—Bueno, si alguien lo controla puede ser beneficioso.


—El problema es que alguien lo podría usar para invocar demonios.


—No entiendo qué quieres decir con eso. ¿No son simples monstruos que podemos crear? 


—No exactamente… Los demonios no son monstruos, pero son un peligro mayor a estos.


En ese momento me vino en mente la típica imagen del demonio común que todos tenemos en la cabeza. En otras palabras, la típica mujer ligera de ropa con alas y cuernos. Sí, sin duda alguna, una existencia peligrosa.


—¿Dónde están ahora mismo esos demonios?


—Fueron encerrados en otra dimensión, de tal forma que, incluso con la magia más poderosa, nadie fuera capaz de entrar o salir de ella. No obstante, los núcleos de mazmorra tienen poder suficiente para acceder ahí y liberar a un demonio. Es por eso que se busca destruir todos los núcleos de mazmorra, para evitar que puedan ser usados con la intención de invocar a esos demonios. 


—Ya veo… ¿Quién los atrapó allí?


—Se juntaron una gran cantidad de especies y razas distintas, formando un gran ejército liderado por los más fuertes de cada una. Persiguieron a los demonios hasta tenerlos arrinconados en un mismo sitio y usaron algún tipo de magia para encerrarlos en otra dimensión, una magia tan poderosa que dejó una marca eterna en el lugar. Mientras que una parte de la tierra desapareció por completo en otra dimensión, la resta se adentró en el mar, dividiéndose en grandes islas… Pero eso pasó hace casi mil años y ya no hay muchos que lo recuerden. La única evidencia de que eso pasó es la tierra fragmentada en medio del mar. La mayoría quedó en leyendas que casi nadie cree, a excepción de los que lo vivieron.


Me quedé mirando fijamente a la elfa. Acababa de recibir una información que me costaba procesar...


—Mil años… ¡¿Tienes mil años?!


—¡¿Me ves cara de tener esa edad?! —Aeldrya golpeó la mesa con todas sus fuerzas. 


—Prefiero no decir de que te veo cara...


—¡Al menos tengo cara! Conozco todo eso por mi padre, él tenía apenas 200 cuando todo eso ocurrió. De pequeña me contaba historias de sus batallas contra los demonios en Silrasel, y de cuando atacaron Sabnuria.


«Joder, ¿cuánto vive un elfo?» 


[La vida media de un elfo es de entre 1000 y 1500 años. Varía dependiendo de la raza.]


«¡Oh!, gracias por la información.» 


Después de suspirar nuevamente se quedó mirando al techo, pensativa. Tenía una expresión bobalicona, con una sonrisa melancólica.


«Mientras termina su viaje al país de los recuerdos... o de las perversiones… Helpy, dime qué son ese tal Silrasel, Sabnuria y todo esto.» 


[Silrasel: Antiguo país formado por los Sabnuriali.


Sabnuriali: una raza de elfos con altas capacidades mágicas. Al tener un estilo de vida más similar al de los humanos que al de los demás elfos, dejaron los bosques y empezaron a construir un vasto y próspero país en el norte del continente de Brifvia. Fueron bastante mal vistos por sus congéneres y empezaron a formar frágiles vínculos con los humanos, abandonando por completo el estilo de vida tradicional de los elfos.


Sabnuria: Capital de Silrasel, fundada con ese nombre en honor a su raza. Durante mucho tiempo, la sede central del conocimiento mágico de todo Kabtiaf y a la vez la ciudad más desarrollada en este campo.]


«Ya veo… Supongo que para saber más tendré que preguntarle directamente a ella.»


—Deja de pensar en perversiones y regresa con nosotros.


—¡Ah, perdón!


«No negó lo de las perversiones…» 


—A lo que estaba, no importa si todo eso quedó en leyendas, se estableció casi como obligatorio destruir todo núcleo de mazmorra que se encuentre. No se consiguió encerrar a absolutamente todos los demonios, así que aún los hay que siguen buscando y creando núcleos de mazmorra para liberar a sus congéneres. La mayoría de las mazmorras que se encuentran están controladas por demonios. Sorprendentemente, todos parecen tener un don especial para gestionarlas, por eso la teoría de que fue un demonio quien creó el primer núcleo artificial es la más aceptada. Ninguna otra especie es capaz de igualarlos por mucho que se esfuerce… Aunque quizás eso sea algo bueno...


—¿Los demonios son como humanos rojos con cuernos y cola?


—Algunos son así. Son la especie con más subrazas que existe. Encontraras de todo tipo y formas distintas. Ni siquiera conozco cuántas hay...


A partir de ahí empezó un no parar de preguntas. Descubrí que este mundo era llamado Kabtiaf. Entre los seres que lo habitaban había una gran diferencia, los que tenían núcleo mágico y los que no. Los sin núcleo eran básicamente los animales comunes y los llamados lyudnens, o los que podríamos categorizar como “personas”.


Los lyudnens se diferenciaban en: humanos, elfos, enanos, hombres bestia, hadas, tritones-sirenas, reptilianos y finalmente entomorfos... Estos últimos eran insectos con forma humanoide o casi humanoide… Algo que no me parecía muy agradable de ver, sobre todo al tener en cuenta que algunos no tenían mucho problema en comer humanos, elfos, o lo que fuera que se les pasara por delante.


Los demonios eran algo a medio camino entre los monstruos y los lyudnens. No entraban dentro de la categoría de monstruo, pero poseían algo parecido a un núcleo mágico en su cuerpo. A causa de eso, se les dejó simplemente como demonios.


En otra categoría completamente distinta se encontraban los no-muertos. Seres que se negaban a abandonar el mundo de los vivos a pesar de estar muertos y cadáveres controlados por necromancia. Vamos, algo que le cerraría a uno el ojete durante días si se lo encontraba debajo de la cama…


También pregunté sobre el lugar en el que nos encontrábamos. Aeldrya no tardó en ir a buscar un mapa. Lo abrió en medio de la mesa y empezó a contarme un poco sobre el país.



Este país era un gran imperio, Aurusia, que estaba dividido en distintas regiones. Nosotros nos encontrábamos en un condado conocido como Talucay. La ciudad de Cerbalón era su capital.


—Bien, ahora que ya conoces tu situación, te aconsejo que te marches, crees tu propia mazmorra y la ocultes lo mejor posible.  


—¿Me estás diciendo que me vaya de la ciudad?


—Sí, mañana iré al gremio y les diré que Limy deja de ser mi aprendiz. Luego os marcháis sin hacer mucho ruido.


—No quiero dejar de ser aventurera —interrumpió Limy.


—Si alguien descubre lo que eres te atacarán sin dudarlo. Ese es el peor lugar para un monstruo.


—Yo no veo gran diferencia entre estos tales lyudnens y un monstruo —contesté yo.


—¿De verdad escuchaste todo lo que dije?


—Por supuesto. Según has dicho, la única diferencia es esa tontería del núcleo. Fíjate bien, ¿acaso Limy no se ve idéntica a una niña normal? Además está peleando a tu lado contra monstruos. No todos los monstruos tienen por que ser malos. Por ejemplo, si los humanos atacaran Silrasel y los monstruos se pusieran del lado de los elfos, ¿no sería bueno aceptar su ayuda?


—Los humanos nunca atacarían Silrasel —Aeldrya me interrumpió bruscamente.  


—¡¿Qué te hace estar tan segura de eso?!


—… Silrasel ya no existe... cayó hace 200 años, no hay nada que atacar.


—Ah… Lo siento pues.


—Ni te preocupes... Apenas tenía unos 50 años cuando todo eso pasó. No siento mucho aprecio a ese país… Aunque debo admitir que Sabnuria era una ciudad impresionante. Los cristales mágicos llenaban las calles con sus colores y luces brillantes. Las casas se levantaban imponentes más de 20 metros. Carreteras completamente pavimentadas con ladrillos perfectamente alisados, por los que viajaban todo tipo de carruajes magníficos…


Otra vez pareció perderse en el país de los recuerdos mientras hablaba sola. Me tocó sacarla del trance o probablemente se hubiera tirado horas así.


—Pues para decir eso lo pareces recordar muy bien… Y bueno, ¿qué pasó? ¿Lo arrasaron los no muertos?


—No digas tonterías. Por supuesto que no. Cayó…. por... problemas internos…


—Ahm, bueno… ¡Pero eso no es lo que quiero decir!


—¡Sé perfectamente lo que quieres decir! —Aeldrya volvió a golpear la mesa con fuerza— ¡Igualmente, no puedo dejar que un monstruo campe a sus anchas por Cerbalón!


—¡Limy no les hará nada a los habitantes! Limy, ¿a que te encantan los humanos?


—Son una buena comida —Limy asintió.


—¡Eso no es lo que debías decir!


—¡¿Me tengo que fiar después de escuchar eso?!


—¡Aaaaaaaaaaa! ¡Has estado con ella más que suficiente como para darte cuenta de que no pasará nada!


—¡No hace ni una semana que la conozco!


—¡Es suficiente!


Otra vez empezó una discusión entre nosotros dos mientras Limy seguía a un lado sin decir nada. Tras como diez minutos discutiendo, di con algo con lo que no podría negarse a dejar que nos quedáramos.


—¡Si nos echas te quedas sin tentáculos!


—¡No me salgas con esto ahora!


—¡No Limy, no tentáculos!


 —¡¿Qué se supone que significa eso?! 


—No más tentáculos para ti…


Después de un par de minutos más intercambiando gritos, Aeldra cayó abatida encima de la mesa una vez más.


—Yo solo quería una vida tranquila, en la que no destacara mucho… ¿Qué hice para merecer esto? 


—Ser una pervertida.


—¡No quiero escucharte más! ¡Haced lo que queráis!


Levanté un pulgar imaginario hacia Limy, que asintió en silencio. Nadie me gana en una discusión.


—Está bien, os podéis quedar. Pero si alguien os descubre yo no sé nada. Os las apañais solitos, y más os vale no meterme en medio.


Aeldrya se levantó de la silla y emprendió camino hacia las escaleras. Justo antes de cruzar la puerta se giró un momento y se quedó mirando fijamente a Limy durante un par de segundos antes de continuar caminando.


—Tenía que ser justamente un limo… —apenas le escuché decir. 


Y con lo que parecía ser una jaqueca impresionante, la elfa pervertida se fue a dormir. Limy y yo nos quedamos solos en la habitación. 


—Vamos Limy, hay algo que quiero ver.


—Entendido. 


Nos dirigimos hacia las escaleras, pero pasamos de largo las que llevaban hacia el piso de arriba, por las que se fue la elfa. Esta casa tenía un pequeño sótano. En ese lugar, Aeldrya guardaba todo tipo de trastos, muchos siquiera entendía lo que eran. Alumbrando con una pequeña vela que Limy sujetaba, nos adentramos en él.


—Este lugar tiene toda la pinta de inundarse cuando llueve.


Esa casa no parecía tener cimientos, así que todo lo de detrás de la piedra que formaba las paredes era la misma tierra de las calles de la ciudad.


—Aquí es un buen lugar.


—¿Para qué, maestro?


—Me ha dicho que lo mejor sería hacer una mazmorra, ¿no es así? Pues he decidido hacerle un poco de caso. ¡Voy a construir una aquí mismo!