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lunes, 14 de diciembre de 2020

Reencarné como una piedra - v2 - Capítulo 9

9 - El demonio más temido del mundo


—¿Por qué estás tan nerviosa? —le preguntó Clotpole a Aeldrya.


—Clotpole… ese viejo es Wekyop Driofarb.


La reacción de Clotpole fue parecida a la de Aeldrya y también empezó a sudar frío.


—¿El viento tormentoso del infierno helado?


«… ¿El qué?»


—Sí, ese mismo.


La reacción de esos dos era entendible. Wekyop Driofarb se trataba de un ex aventurero, y no uno del montón. Durante mucho tiempo fue considerado el mejor aventurero de rango 4 de su época y uno de los pocos en alcanzar el rango 5 antes de retirarse… o eso me contó. De todos modos ese mote… Bueno, ese es el problema de que los motes sean algo que deciden los demás, uno nunca sabe con qué gilipollez te pueden llegar a salir...


—Parece un humano normal y corriente… No me puedo creer que le conozcas —Clotpole siguió susurrándole a Aeldrya.


—Lo conozco de cuando era pequeña.


«Pequeña…»


—No quería volverlo a ver en mi vida. Tenía la esperanza de que ya hubiera muerto de viejo… Me voy, por lo que más quieras, no le digas que he estado aquí.


—Es algo tarde para eso.


El viejo ya estaba caminando hacia nosotros. Obviamente, con el grito que acababa de pegar Aeldrya lo raro sería que no se hubiera fijado en ella. Todo su cuerpo se tensó de golpe. Aunque parecía querer escapar con todas sus fuerzas sus piernas no parecían querer apoyar su decisión.


—No hace falta que me tengas tanto miedo —dijo el viejo al ver la reacción de Aeldrya.


Se acercó lentamente a nosotros, hasta plantarse justo delante de la elfa. Luego echó un vistazo a Limy y se rió un poco.


—Así que tú eres esa niña de la que tanto habló. Admito que me esperaba otra cosa.


Maestro, ¿quién es?


—¿Qué buscas aquí? —interrumpió Aeldrya antes de que pudiera responder. 


—Aeldrya, ya veo. Ahora entiendo por qué me sonaba tanto el nombre. No me esperaba que realmente fueras esa niña pequeña de ese entonces. Me sorprende que aún te acuerdes de mí y seas capaz de reconocerme. 


—Cómo si pudiera olvidarte.


—Ja, ja, ja, has crecido mucho desde entonces.


—Supongo... 


—Si no fuera por tu nombre yo no sería capaz de reconocerte a ti.


—Eso hubiera sido lo mejor…


—No estés tan nerviosa, el pasado es pasado. Soy demasiado mayor como para que me importen viejos acontecimientos. De todos modos, mejor hablemos en otro lugar.


Aeldrya salió del gremio a regañadientes junto al viejo. Aunque al principio no quería, terminamos dirigiéndonos directamente a su casa. No tengo ni idea de la relación entre ambos, pero al final la elfa se relajó y hasta terminó hablando amistosamente con Wekyop.


—No me puedo creer que vosotros dos os conozcáis —le dijo el viejo a Aeldrya.


—Conocerle es lo peor que me ha pasado nunca —le respondió.


—¿Puedo preguntar que hace la pequeña de la familia por aquí?


—Intentar vivir una vida alejada de problemas… como por ejemplo tú.


—Elfa pervertida, deberías respetar a los mayores, ¿no crees, Limy? —intervine.


—Claro, maestro —respondió Limy sin mucha emoción mientras aún seguía meneando el látigo delante suyo.


Por lo visto de verdad le había gustado ese látigo, aunque ir así por la calle se veía un poco… Por suerte, aunque era un tanto extraño, no había mucha gente paseando por la zona.


—¡Joder, alguien ha cagado un gato muerto! —se escuchó desde el fondo de la calle.


Todos nos giramos hacia el grito. Un montón de personas salían corriendo a toda velocidad en dirección contraria al mismo tiempo que se tapaban la nariz. Otros incluso se tapaban la boca mientras se agachaba un poco como si estuviera sintiendo náuseas… y alguno que otro estaba directamente apoyado en una pared dejando salir el desayuno de los últimos tres días…


«¿Qué está pasando aquí?»


—¡¿Y esta peste de dónde sale?! —gritó Aeldrya de golpe.


Tanto la elfa como el viejo se taparon la nariz y empezaron a retroceder en la misma dirección que los demás habitantes de la ciudad… Además, las personas no eran las únicas en intentar escapar. Los animales también estaban largándose como podían del lugar. Incluso ratas se podían ver huyendo… y hasta había varias cucarachas corriendo detrás suyo. Los únicos que estábamos bien éramos Limy y yo.


—Esto no es normal… ¿Acaso alguien se ha comido una fabada radiactiva o qué? Limy, vamos a ver.


—Entendido.


Nos adentramos en la calle y enseguida empezamos a ver gente desmayada por todos lados. Incluso mientras paseábamos, a Limy le cayó una paloma encima de la cabeza… Una suerte por su parte, a mí lo único que me había caído encima más de una vez eran los restos del almuerzo de una paloma…


Limy siguió avanzando nada más terminar de tragarse entera a la rata voladora. No tardamos en encontrar una pequeña figura humanoide tirada en el suelo. A su lado tenía un montón de bolsas llenas de hierbajos y flores distintas. Incluso desde lejos era fácil reconocer quién era.


—¿Qué hace esta aquí tirada? En fin, tocará cargarla a casa…  


—Entendido, maestro.


Limy cargó a Dabla con facilidad y regresamos con el viejo y la elfa. Nada más llegar a casa la dejamos tirada en el sofá y nos pusimos a hablar. El viejo parecía bastante interesado en Dabla.


—Así que terminaste invocando un demonio. Solo te queda crear una gran mazmorra para ser un núcleo hecho y derecho —se rió el viejo.


—Bueno… apenas empecé a construir una. Cuesta mucho tiempo y puntos, así que solo tengo una sala. Luego veré si sigo ampliándola un poco… aunque los puntos siguen siendo un problema.


—Pero tienes un demonio contigo, ella debería ser más que suficiente para conseguir una gran cantidad de puntos.


—Ahora que lo dices… tiene una barbaridad de maná… De todos modos apenas la invoqué, no he tenido tiempo de hacer nada.


—¿Dónde estoy?


Y hablando del demonio, justo se levantó desorientada.


—¡Mierda, ¿dónde están mis materiales?! ¡Sin ellos no podré hacer más bombas fétidas!


Durante un momento entró en pánico, pero pronto se dio cuenta de dónde se encontraba y de como todos la mirábamos fijamente.


—¡Ah! Hola amo, ¿cómo está?


—¡¿Esa peste ha sido cosa tuya?! —le gritó Aeldrya.


—Bueno… algo así. No creí que fuera tan potente. Parece que calculé mal las cantidades, ja, ja, ja.


—Y fuiste tan idiota de quedarte atrapada justo en medio… — agregué.


—Quería hacer que explotara pasados unos minutos, pero fue más rápido de lo que imaginé, ja, ja, ja. Un pequeño error de cálculo. Hace siglos que no creaba una.


—¡Más te vale que no te vea haciendo otra cosa así por la ciudad! —volvió a gritar Aeldrya.


—No te preocupes, no volverás a verme haciendo una, ja, ja, ja.


—Eso espero…


—Bien, bien, para que me perdones te daré esto.


Dabla buscó entre sus cosas y terminó sacando lo que parecían ser unos caramelos. Le dio uno a Aeldrya, que se lo quedó mirando un poco mal durante un rato, pero después de darle un pequeño lametón terminó metiéndoselo en la boca. Mientras, el viejo no había quitado ojo de encima de Dabla y sus cosas.


—¿Y este viejo quién es? —preguntó la diablilla al fijarse en su mirada.


—Es mi maestro de magia y un… ¿viejo conocido de Aeldrya? —respondí.


Cierto, Aeldrya había dicho que lo conocía de cuando era pequeña, pero… eso exactamente… ¿cuántos años eran?


—…cosa que me hace preguntarme… ¿Hace cuánto os conocisteis?


—Unos doscientos años más o menos —respondió secamente Aeldrya.


—¿Eh? Viejo… ¿cuántos años tienes?


—Ya tengo doscientos setenta y tres años.


—¡¿Cómo es eso posible?! ¡¿Acaso no eres humano?! —grité en shock.


—¿Doscientos setenta y tres? ¿Un humano? 


Dabla también parecía sorprendida. Se quedó mirando fijamente al viejo con la mano en la barbilla antes de abrir la boca en sorpresa.


—¡Oh!, ya veo, un upmodarf. Pensé que terminarían matándolos a todos. Me sorprende ver uno caminando como si nada en medio de una ciudad humana, ja, ja, ja.


—Después de la desaparición de los demonios las cosas se calmaron bastante. Aún nos miran un poco mal, pero ya no somos repudiados como en la antigüedad —le respondió el viejo. 


—¿Entonces no eres humano? —pregunté de nuevo.


—Es humano, pero… algo especial —respondió Aeldrya.


—Somos humanos, pero se podría decir que tenemos sangre demoníaca corriendo por nuestras venas.


—Entonces… ¿eres un semidemonio?


—Para nada, ja, ja, ja. Simplemente son descendientes de un grupo de locos que intentaron obtener cuerpos parecidos a los demonios.


—¿Por qué harían eso?


—Porque no hay registros de ningún demonio que haya muerto de viejo... —respondió Aeldrya.


Dabla asintió antes de seguir hablando.


—Querían ser capaces de obtener vidas tan largas como las nuestras. Apenas consiguieron una ínfima parte de lo que querían después de innumerables sacrificios, pero sorprendentemente, los que sobrevivieron a los experimentos, siguieron pasando sus cuerpos alterados generación tras generación. Por mala suerte para ellos, no fueron muy bien vistos por los demás humanos, ja, ja, ja.


«Nunca lo hubiera dicho… ¡Helpy, saca la Helpypedia!»


[Upmodarf: Humanos que poseen sangre demoníaca en sus venas. A pesar de eso, está muy diluida y no se diferencian mucho de las demás razas humanas más allá de mayor longevidad.]


«Ya veo… Parece que en todos lados hay locos que harían cualquier cosa por vivir más tiempo…»  


—Me alegro de que ya no seais tan mal vistos. Por cierto, ¿te apetece también un caramelo?


El viejo se quedó mirando el caramelo que le había ofrecido Dabla en silencio. Al final negó con la cabeza antes de seguir hablando.


—Por cierto, te llamas Dabla, ¿no? Hay algo que siempre quise preguntar directamente a un demonio. Mi familia ha transmitido gran cantidad de conocimientos sobre los antiguos demonios generación tras generación, pero hay un demonio que siempre llamó mi atención. ¿Te suena el nombre: “Arfugrafe munales ver orfragix”?


—Ughi…


Dabla dejó escapar un extraño sonido al mismo tiempo que todo su cuerpo se tensaba.


—Mmm, yo también creo haber escuchado ese nombre alguna vez —respondió Aeldrya.


—Normal —asintió el viejo—, fue un demonio conocido por el mundo entero. Hasta hace unos ochocientos años no había nadie que no hubiera escuchado ese nombre ni una sola vez.


—Si, eso es cierto… je, je, je… pero ese nombre es… —respondió Dabla.


—Se dice que nadie sabía quién era en realidad, pero tanto los lyudnen como los demonios sentían pavor al escuchar esas palabras. Incluso los más poderosos señores demonio se escondían tan bien como podían si se enteraban de que rondaba cerca suyo. Hasta se rumorea que cuando se encerró a los demonios el mayor esfuerzo fue en asegurarse de atrapar a ese demonio a toda costa —siguió el viejo.


—Eso es cierto, ja, ja, ja.


—Joder… ¿Qué tipo de demonio era ese? Y ese nombre… arfunosequé… es impronunciable.


—Amo… son viejas historias de hace más de ochocientos años, no debería interesarse mucho por ellas.      


—Arfugrafe munales ver orfragix, es lenguaje demoníaco. No es un nombre como tal, significa…


—¡AAAAAAAAAAAAAAAAA… a… a… a quién le importa eso ya!


—En realidad importa. Hay rumores de que la mayoría de las batallas contra los demonios empezaron por su culpa —dijo Aeldrya.


—¡Eso no es verdad! La mayoría fueron conflictos sin importancia y… ¡como mucho hizo estallar unas veinte batallas sin querer!


—¿Te parece poco? Joder… ¿qué hizo? —seguí preguntando.


—Consiguió hazañas que nadie creería ciertas si no se mencionara ese nombre en ellas. Por ejemplo, se dice que consiguió llenar completamente de avispas el retrete de un temible señor demonio sin que se diera cuenta antes de sentarse y terminó con el culo más rojo e hinchado que el de un mandril.


—En realidad no fueron avispas, sino aguijones del averno… y solo había dos, no el retrete lleno. 


—También consiguió depilar enteras decenas de tribus de hombres bestia en una noche, sin que nadie se diera cuenta.


—Eso es una exageración… fueron dos… o quizás tres… al menos en una noche...


—También llenó siete bosques de los elfos de unas plantas tan apestosas que los obligó a marcharse de allí por el insoportable olor y acumulación de bichos.


—Bueno, eso… lo único que puedo decir es que no se llenó de bichos… al contrario... Y solo fueron tres bosques…


—Y lo peor, consiguió inventar unos caramelos con un sabor increíble… y un efecto laxante igual de potente. Fue capaz de hacerlos pasar por caramelos normales y repartirlos por las ciudades tanto a niños como adultos, causando que las calles terminaran... 


—¡¿Eso es un demonio tan fuerte que aterrorizó al mundo entero?! —interrumpí.


—Fuerte no es la palabra… Es famoso por ser… un grano en el culo que no paraba de hacer la vida imposible al mundo entero —siguió Aeldrya sin quitarle la mirada de encima a Dabla al mismo tiempo que empezaba a palidecer.


El viejo asintió ante las palabras de Aeldrya.


—Se escondía en medio de la oscuridad, preparando todo tipo de bromas pesadas. Su risa era lo único que llegaban a escuchar sus víctimas justo antes de sucumbir a sus fechorías. De allí el nombre: “Arfugrafe munales ver orfragix”, la…


—¡No lo digas! ¡Noooooooooooo!


—… la hiena que ríe al anochecer —terminó el viejo.


—Yaaaaaaaaaa, está bien, sí, sí, ¡soy yo! ¡Pero no digas más ese nombre! ¡No lo puedo soportar!


La cara de Aeldrya finalmente se volvió de color azul y el grito de Dabla quedo ensordecido por el rugido de su estómago. 


—¡Ya sabía yo que no podía confiar en un demonio! —gritó la elfa al mismo tiempo que salía corriendo con las manos en el culo.


Me quedé congelado, mirando aterrorizado a Dabla mientras intentaba procesar cómo algo tan pequeño podía ser capaz de sacar tanta mierda...


—Bueno, al menos pude comprobar que siguen funcionando, ja, ja, ja.


—¡No te rías maldito demonio! No me puedo creer que te haya invocado justo a ti!


—Amo, en realidad es algo bueno. Llevan intentando echarme de allí desde el primer día en el que fuimos encerrados. Si les dijeras a los otros demonios que me invocaste serías adorado como su nuevo dios, ja, ja, ja.


—Yo también quiero un caramelo —dijo Limy.


Limy se acercó a los objetos que había traído Dabla y sacó una pequeña bola que parecía estar hecha de cristal.


—¡Un momento, eso es...!


El aviso de Dabla no llegó a tiempo de evitar que Limy se metiera eso en la boca y le diera un mordisco… No quedó un solo insecto ni pequeña alimaña escondida en el rincón más remoto de la casa de Aeldrya… ni vecinos tampoco...


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