¿Quieres decirme algo?

Para cualquier cosa que quieras decir o preguntar, simplemente deja tu mensaje directamente en el apartado o manda un mail.

Modo claro/ Modo oscuro

jueves, 30 de julio de 2020

Sombras Divididas - v1 - Capítulo 9

lunes, 20 de julio de 2020

Sombras Divididas - v1 - Capítulo 8

martes, 14 de julio de 2020

Sombras Divididas - v1 - Capítulo 7

 7 - Secuelas de una noche nefasta


Un sueño… una pesadilla… o quizás un mal recuerdo... Mi inconsciencia se llenaba de imágenes aterradoras que no quería ver y de sensaciones desgarradoras que no quería sentir.


Miedo, desesperación, angustia… y una indescriptible agonía cuyo dolor superaba de lejos el que una mente cuerda podía soportar. Me rompía, todo mi ser se rompía. Mi cuerpo, mi mente… mi alma.


«¿Voy a morir así? ¿Justo ahora? ¿Justo después de…?» 


Mi visión se oscureció por completo. Me vi rodeado de nada más que un espacio vacío. No había un arriba ni un abajo, solamente un yo flotando en la misma nada. Levanté mi mano hasta tenerla a la altura de mi cara. Empezó a deshacerse justo delante de mis ojos, dejando como resultado nada más que un humo negro alejándose rápidamente de su origen. Mis pies también empezaron a desaparecer y así continuó por todo mi cuerpo, hasta que apenas quedaba parte de mi cabeza intacta.


Al levantar la vista pude ver un par de ojos que me observaban fijamente, claramente burlándose de mí. Esos ojos pertenecientes a una enorme sombra que se estaba tragando el humo en el que se había convertido mi cuerpo.


«Idiota… lo prometiste… que ni... la misma... muerte impedirá reunirte… de nuevo con…»


Poco a poco empecé a perder la consciencia antes de que me deshiciera por completo en ese humo completamente negro… Esa sombra… me había devorado por completo…


***


Empecé a recuperar la consciencia gradualmente. El sol resplandecía en el cielo azul despejado de nubes, cosa que contrastaba con mis tenues últimos recuerdos. Intenté levantarme, pero un fuerte dolor asaltó todo mi cuerpo. Me dolían todos los músculos e incluso los propios huesos me ardían en agonía.


«¿Qué mierda me ha pasado?», no pude evitar preguntarme al percatarme de mi lamentable estado.


Soporté el dolor como pude y me incorporé pesadamente. Me era imposible saber la hora, pero por la posición del sol era pasado mediodía. Mi cabeza me dolía tanto o más que mi cuerpo. No terminaba de entender mi situación. 


—¿Ya despertaste?


Escuché una voz familiar a mi lado. Reaccionando a ese sonido pude recolocar mis pensamientos. Suspiré sonoramente al mismo tiempo que buscaba el origen de la voz. Lo encontré, o mejor dicho, la encontré. A mí lado tenía a la chica que tantos problemas me causó.


«Que alguien me diga si sigo dormido…» 


Deseaba con todas mis fuerzas que todo hubiera sido una pesadilla, pero no, no fue así; su presencia lo demostraba. Aunque había algo diferente en esa chica que se había mostrado orgullosa y autoritaria durante todo ese tiempo. Su cara estaba roja y sus ojos hinchados.


—Raidha… Ehm… ¿Pasa algo?


—¿Algo? ¡¿Qué si pasa algo?! Hip, hip … ¡¿Acaso eres estúpido?! ¡Buaa, buaa, buaa!


Empezó a llorar desconsoladamente, a todo pulmón. Yo seguía sin entender qué diantres le pasaba. Mi cabeza ya estaba suficientemente atormentada, así que no quería como extra tener que soportar un berrinche de una chica que ya no aparentaba ser una niña.


—¡Ey, ey, ey, espera un segundo! ¡No llores y cuéntame el problema!


Bajó el tono hasta que su llanto quedó en un simple sollozo. Clavó su roja mirada en mí, con claros signos de enfado. 


—Me robaste...


—¿Cómo? —pregunté con cara de tonto al no entender nada.


—Regrésame mi… —quedó a media frase mientras retomaba su llanto.


—¿El qué?


—¡Buaaaa! ¡Me arrebataste mi parte más importante! ¡Buaaaa! ¡Ladrón, pervertido, imbécil!


Se lanzó encima mío agitando los brazos, intentando golpearme mientras repetía a gritos esas tres palabras sin parar.  


—¡Cálmate de una vez! —terminé gritando, con mi paciencia al límite, y me la quité de encima.


«Espera… aquí falta alguna cosa…» 


Por fin me percaté de que mis recuerdos de esa chica y la visión de ese momento no coincidían por completo. 


—Raidha… Tus alas... ¿Dónde están tus alas?


—¡Imbécil! —me pateó con toda la fuerza que tenía.


Agregado al dolor que ya sufría, el fuerte impacto me hizo ver las estrellas a plena luz del día.


—¡Es lo que te estoy diciendo! ¡Tú me las robaste!


«Claro, cómo no lo entendí antes... Su parte más importante... ¿Qué clase de persona soy que no pensé en que las alas son lo más importante para ella? Me cago en la muy…» 


—Maldita sea… ¿Acaso no son parte de tu cuerpo? ¿Cómo voy a quitártelas? Ni que fueran un simple objeto... De paso no es que fueran precisamente pequeñas. ¿Es que las ves por algún lado?


Otra patada vino directa a mi cabeza. Quedé desplomado en el suelo, sin fuerzas para replicar a nada más. 


—¡Y no solo fueron las alas, me arrebataste todo mi poder! ¡No me queda casi nada de la fuerza que tenía!


—¡¿Cómo voy a hacer eso?!


—¡Y yo que sé, pero mira esto!


Sacó una especie de cuchillo y me lo mostró apuntándome amenazadoramente con él.


—¿Qué es eso? ¿Una especie de cuchillo grande?


—¡Aaaaaaaaa! ¡Maldito imbécil! 


Raida se lanzó encima mío con intención de clavarme aquella cosa. Con la poca fuerza que me restaba empecé a esquivar las peligrosas puñaladas. 


—¡Esto es Vurtalis! ¡Cuando me robaste mi poder se volvió así y ya ni puedo hacer que manifieste una forma decente!


Observé detenidamente ese cuchillo con incredulidad. Esa magnífica espada que me había arrastrado al desastre se había vuelto prácticamente un arma inútil. La hoja se redujo hasta un tamaño de apenas treinta centímetros. Pasó a tener un solo filo completamente recto. Su color también había cambiado por completo, mostrando un nuevo gris metálico que, por lo menos, reflejaba bien mi imagen como un espejo. La empuñadura se había encogido tanto que únicamente se podía sostener con una mano y su cruz a duras penas llegaba a cubrirla por completo. Lo único que permanecía similar era la gema, que había perdido todo su color y brillo, volviéndose un simple cristal casi transparente.


Intentando sobreponerme a la situación sin sentido en la que me encontraba, empecé a forzar mi cabeza a retroceder en el tiempo. Recordaba claramente como fui arrastrado a un mundo completamente negro y luego llevado por esta princesa loca a su palacio.


«Yo... estaba en el palacio raro ese, donde nos reunimos con el padre de Raidha, que no parecía muy dispuesto a ayudarme… Entonces le quité la espada a Raidha y... Luego de eso... ¿qué pasó? ¿Qué hacemos aquí? ¿Por qué no recuerdo nada?»


Por mucho que me exprimiera el cerebro era incapaz de recordar nada a partir del momento que había empuñado esa espada de nuevo. Mentira, recordaba algo... Justo antes de perder la consciencia escuché una voz: “Idiota, qué puedes hacer tú solo? Eres débil, pero no te preocupes, yo te sacaré de aquí”.


—Raidha… ¿qué pasó exactamente en el castillo? —pregunté mientras un sudor frío empezó a fluir de mi cuerpo.


La desconsolada princesita paró de llorar de golpe e hizo una extraña mueca. Desvió rápidamente su mirada llorosa de mí y empezó a temblar ligeramente.


—¿Raidha? ¡Ey, Raidha! —insistí, preocupado por su reacción.


Su mirada empezó a divagar por el espacio a mi alrededor al mismo tiempo que su boca se abría y cerraba ligeramente. Parecía ser incapaz de encontrar qué palabras pronunciar exactamente.


—¿De verdad no recuerdas nada? —por fin se atrevió a decir.


—Entonces... esa voz no fue mi imaginación…


Un escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba a abajo y empecé a temblar sin control. Raidha rápidamente se me acercó y me sujetó por los hombros. Levanté la cabeza y la miré fijamente a los ojos. Instantáneamente me soltó y retrocedió asustada. Nadie pensaría que me había estado golpeando segundos atrás.


«¿Por qué reacciona así?»  


Tomé una profunda inhalación y reuní todo mi valor. Me acerqué a Raidha, que bajó su cabeza en silencio, como si pidiera perdón por su acción anterior.


—Cuéntame… —le insistí.


Desvió ligeramente su mirada hacia su derecha y abajo, dudando entre si responder o no.


—No sé exactamente qué te pasó. De alguna manera tú… —se calló unos segundos, como si le costase soltar lo que quería decir— dejaste de ser humano…


Impactado por esas palabras, sin comprender el significado real de estas, no concebí emoción alguna. Aunque de alguna manera ya lo presentía. En el momento en el que empuñé esa espada en el bosque algo cambió en mi cuerpo.


«¿Por qué demonios tuve que tocar esa maldita espada? Aunque… fue mi propio cuerpo el que no me hizo caso…»


Por fin pude entender el rostro con el que me miró aquella chica de cabello dorado. Ese que parecía preguntar qué clase de engendro era yo.


—Soy un monstruo… —dije casi con indiferencia.


—No, no eres un monstruo. Ahora has vuelto a la normalidad, ¿verdad? Eso solo fue un…


—¿Un accidente? —terminé la frase que dejó incompleta—. Es posible… pero los accidentes se pueden evitar con precaución. Si no hubiera tocado lo que no debía, si no me hubiera metido en asuntos que no me incumben... esto no habría pasado. 


Me reí irónicamente por dentro. No tenía grandes sueños ni aspiraba a nada serio. Simplemente vivía mi aburrida vida sin relacionarme con nadie a menos que fuera realmente necesario. Los problemas de la gente me solían importar poco y no me gustaba verme afectado por ellos. En cierto modo era gracioso haber terminado en tal situación justamente por haber hecho lo que siempre intentaba evitar, meterme en problemas ajenos.


—¡No, no fue un accidente! Fue un fallo mío. Yo causé esto... yo tengo que arreglarlo... y devolverte a tu mundo —me corrigió rápidamente antes de volver a callarse momentáneamente y poner cara de preocupación—. O por lo menos eso quisiera —terminó con un tono abatido.


Su semblante se volvió sombrío de nuevo. Parecía estar a punto de derrumbarse de nuevo mientras observaba atentamente la encogida espada en su mano.


—No puedo utilizar a Vurtalis... No reacciona a nada de lo que hago. Por mucho que lo intento no consigo abrir portales dimensionales.


Por tal sentencia deduje que ese lugar no era mi mundo. Dejé salir un profundo suspiro en mi interior y recoloqué mis ideas en su sitio. Me entraron ganas de ponerme a romper cosas a mi alrededor, pero como en ese momento de nada serviría hacer un espectáculo, intenté mantener la calma. 


—Entonces estamos ambos atrapados en este lugar sin nada que hacer… A todo esto, ¿dónde estamos? —me pregunté mientras me giraba para observar nuestro alrededor.


Nos encontrábamos en medio de un descampado. Malas hierbas crecían por todos lados, con algún que otro pequeño árbol solitario cada mucha distancia. No podía ver montañas ni agua al mirar al horizonte. Estábamos rodeados de absolutamente nada.


—Me parece que tocará movernos. Quedarnos quietos no va a ayudar.


Raidha simplemente asintió con su cabeza. Seguidamente se puso a andar a mi lado sin decir palabra alguna. Elegimos una dirección al azar y empezamos a caminar recto. Tras un buen rato caminando, la desesperación empezaba a sumarse al cansancio. Por suerte, justo antes de que renunciara a seguir avanzando, me pareció ver algo gris recorriendo parte del terreno en la lejanía.


—Eso es… ¿una carretera? —pregunté sorprendido y a la vez esperanzado.


—Creo que sí —me contestó. 


—Si hay carreteras hay civilización. Vamos, con suerte encontraremos ayuda si la seguimos.


Con ese pequeño aumento de moral recuperamos algo de fuerzas y aceleramos el paso. En el momento que dejamos de pisar tierra enseguida me puse a inspeccionar ese suelo con las manos. No tenía muy claro de qué material estaba hecho, pero sin duda era una superficie artificial.


—Estamos de suerte. No hay duda, esto es de construcción humana —dije con una ligera sonrisa.


—Espero que pase alguien pronto —agregó ella con claros signos de alivio.


Nos sentamos en un lado de la carretera para descansar mientras esperábamos que algún vehículo pasara por allí. Como me esperaba, no tardó en aparecer el primero. Me levanté a toda velocidad y salté al medio de la carretera haciendo señales para que parara.


Se trataba de algo parecido a un coche, con algunas variantes que me dejaron boquiabierto. Era un trozo de metal redondeado, de color verde metalizado. En la parte delantera, donde debería estar el motor, sobresalía un cubo desde el que se extendían surcos de un color rojo brillante que recorrían el vehículo entero. Parecían ser circuitos integrados de algún aparato electrónico.


—¿Qué es esta cosa? —susurré aturdido.


Tras pararse una puerta se abrió del mismo modo que lo hace en un coche normal y una persona salió de dentro. 


—¡¿Ah?! —un grito de sorpresa salió de mi boca al ver el aspecto de lo que había salido de dentro.


El conductor era una extraña criatura de aspecto casi idéntico al de un humano, pero su piel era roja y su nariz apenas estaba formada por dos agujeros en medio de la cara. Se apoyaba sorprendido en la puerta que acababa de abrir con una mano que solo tenía tres grandes dedos. Su boca estaba abierta en señal de sorpresa ante lo que tenía delante.


—Esto… —alcancé a murmurar.


Al escucharme reaccionó algo asustado. 


—Alienígenas…


—¿Qué? —repliqué con cara de bobo.


Con gran velocidad, regresó al coche y aceleró tanto como pudo. Me tocó apartarme de un salto para no ser arrollado por ese vehículo.


—¿Qué acaba de pasar aquí? ¿Qué era esa cosa?


—Los humanos no sois lo único que existe, ¿sabes? —se me acercó Raidha.


—Entiendo… Ya que tu pareces humana no me esperaba encontrarme algo tan distinto.


—¡Que me vea como una humana es porque tú me robaste las alas! —me respondió poniendo los ojos llorosos.


«Mejor no hablo más del tema…» 


Intentamos pedir ayuda a un par de vehículos más que pasaron, pero ambos reaccionaron similar al primero. 


—Nunca me esperé ser yo el extraterrestre…


Antes de darnos cuenta el cielo ya empezaba a oscurecer y el hambre nos asaltaba. Ambos estábamos cansados y hambrientos. No teníamos comida ni un lugar dónde poder descansar. La situación era mucho peor de la que me había imaginado que podríamos llegar a tener. 


—Lo siento… —escuché decir a Raidha.


—Tranquila… nos las apañaremos —le respondí sin mirarla.


Y mientras pensaba en cómo actuar a partir de ese momento, escuchamos venir a un grupo de vehículos más grande. Incluso se podían ver más de esos extraños “coches” aproximándose por el cielo. En pocos segundos nos habían rodeado por completo. De dentro empezaron a salir más de esos humanoides con cosas parecidas a pistolas en las manos.


—¡Capturadlos! —gritó uno de ellos. 


Desarmado y sin fuerzas para hacer nada, me caí de rodillas contra el suelo. A Raidha tampoco parecían quedarle fuerzas y también se derrumbó a mi lado.


—Nos las apañaremos… —volví a susurrar casi sin voz.


< Anterior - Índice - Siguiente >

jueves, 9 de julio de 2020

Sombras Divididas - v1 - Capítulo 6

 6 - Raidha


Raidha no sabía cómo reaccionar ante lo que había dicho su padre. Todo lo que había ocurrido era culpa suya. Ella solo quería ver algo distinto a esa ciudad. Estaba cansada de aguantar la monotonía de su custodiada y sobreprotegida vida. De repetir la misma rutina aburrida una y otra vez.


Cada día, cada rincón, cada rostro, no podía soportarlo más, no quería soportarlo más. Por eso escapó… Aspiraba a ver las maravillas que los distintos mundos ocultaban para ella. Pretendía regresar antes de que nadie se diera cuenta de su ausencia, sin armar ningún alboroto, pero al final todo se había torcido. 


«¡¿Por qué tenía que encontrarme a una katryde en ese lugar?!»


Raidha se lamentó por su mala suerte, aunque quizás en realidad no fue tan simple como mala suerte. Lo más probable era que ese encuentro no había sido mera casualidad. Esa chica la había descubierto prácticamente en el mismo momento en el que piso ese mundo y la había atacado sin dudar lo más mínimo. Raidha sintió miedo al pensar que esa katryde pudiera haberla seguido hasta el punto de descubrir su hogar y rogó con todas sus fuerzas para que no fuera el caso. 


«¿Por qué peleamos? ¿Por qué tengo que ser atacada simplemente por ser una silphen?»  


Le dolía el pecho por la frustración. Estaba harta de esa cacería que no parecía dar signos de acercarse a su final. Raidha odiaba a los katryde, ¿cómo no podría hacerlo? Por su culpa les tocaba vivir escondidos, pero odiaba más la guerra y, en ese mismo momento, se odiaba incluso más a sí misma por haber arrastrado a Drayd hacia esta situación.


«Si no me hubiera escapado nada de esto habría pasado. He puesto en peligro a todos los silphen y ahora…»  


Mientras Raidha se perdía en su mente e intentaba contener las lágrimas, Drayd le robó a Vurtalis directamente de su cintura. 


—¡Oye, espera! ¡No hagas ninguna locura! 


Raidha se giró rápidamente, con la intención de recuperar su amada espada, pero se bloqueó completamente al ver lo que ocurrió en apenas un par de segundos. Todo el cuerpo de Drayd empezó a dejar salir algo parecido a humo.


«¿Qué es esto?»  


Raidha retrocedió un par de pasos instintivamente. Un inexplicable escalofrío la recorrió de arriba a abajo, junto a un creciente sentimiento de terror. 


Drayd cerró sus ojos y relajó el cuerpo hasta tal punto que parecía haberse quedado dormido de pie justo delante de Raidha. Incluso bajó a Vurtalis, que había levantado anteriormente hacia los silphen que se le acercaban. Todo apuntaba a que había decidido no oponer resistencia pero...


—¡No os acerquéis! —Raidha les gritó a los guardias.


Ni la propia Raidha tenía claro por qué había gritado eso, ni ninguno de los guardias le hizo caso alguno. Uno de ellos cogió a Drayd del cuello con brusquedad. En ese mismo instante, Drayd sonrió con una sonrisa sádica y retorcida, que terminó de congelar la sangre de Raidha. 


—¡Aléjate de él! —Raidha le advirtió al guardia.


Las sombras que salían del cuerpo de Drayd se alteraron y empezaron a salir violentamente de su cuerpo. Su cabello sufrió un cambio instantáneo, sustituyendo su color castaño por el blanco puro de la nieve recién caída del cielo, que contrastaba con el color negruzco de las sombras que se filtraban a través suyo.


El guardia salió volando hasta chocar contra una pared. El silencio se hizo en la sala al no haber nadie que entendiera lo que acababa de pasar. Lo único que se podía ver era a Drayd con el puño alzado.


«¿Le acaba de dar un puñetazo? ¡Imposible, no hay forma de que haya mandado a un guardia a volar con un solo golpe. Un momento… ¡¿Qué le ha pasado a mi espada?!»  


Raidha clavó su mirada en su otra mano, donde sujetaba a Vurtalis, que había cambiado completamente. En realidad, pensándolo fríamente, no era tan raro. Se trataba de un arma que se adaptaba a su portador. Su filo y tamaño variaba por completo dependiendo del poder de su usuario. 


La de Raidha era una espada corta de doble filo, de unos sesenta centímetros de largo. La hoja ocuparía unos cincuenta de largo y siete de ancho. La de Drayd, en cambio, se volvió más larga. Su hoja superaba los cien centímetros y tenía un solo filo que se doblaba en un extraño arco, haciendo que se pareciera a una afilada garra.


Los guardias, que habían quedado algo embobados, enseguida recuperaron la compostura y se prepararon para pelear. Su mirada estaba fija en Drayd, mostrando una mezcla entre confusión y rabia. Aún con esa sonrisa retorcida en su cara, Drayd abrió los ojos con calma.


«No me lo puedo creer…»  


Raidha tembló al ver esos ojos, que se habían vuelto de color rojo, como los de su propia raza. No, en realidad no eran iguales. Su tono era ligeramente distinto. Al observarlos, uno parecía estar mirando directamente a un lago de sangre que se precipitaba dentro de un pozo sin fondo, lleno de la más profunda oscuridad.


Esos ojos hicieron que Raidha se asustara como nunca antes lo había hecho. Lo que estaba viendo parecía ser un ser creado con la única intención de devorar cualquier persona que se le pusiera por delante, eliminando incluso su propia existencia. 


«¿Yo te he hecho esto?»  


Dos de los guardias atacaron a la vez desde ángulos distintos. Sin mediar palabra, Drayd extendió la mano libre y, tras recibir un fuerte y rápido golpe, ambos guardias cayeron al suelo. El sonoro alboroto llamó la atención de algunos guardias que estaban fuera de la sala. Estos entraron a toda velocidad, mirando la escena, atónitos. Drayd enseguida se fijó en ellos y empezó a andar sosteniendo la espada en un agarre invertido, arrastrándola por el suelo como si fuera un peso muerto y dejando sonar un chirrido insoportable al rasgar la superficie. 


«¿Qué demonios está pasando? ¿Cómo es posible que todo haya terminado así?»  


Pasos se podían oír desde el extremo oeste del corredor. Otro grupo de guardias entraron para valorar la situación. El que parecía ser el líder levantó su espada y alzó la voz hacia sus camaradas, haciendo que todos desenvainaran sus armas.


—¡Suelta esa espada y ríndete ahora mismo!


Como antes, no hubo respuesta a esa frase. Ese mismo silphen, notablemente irritado, cargó sin más hacia Drayd. Puesto que no había visto lo que había sucedido unos minutos antes de su llegada, no se imaginó que eso no era una buena idea. Su ataque no llegó a nada. La espada en sus manos saltó por los aires y se clavó en la pared. Seguidamente, Drayd cogió del cuello a ese silphen que se le había lanzado encima y lo lanzó de regreso contra el grupo que le acompañaba. No se esperaban eso, así que no pudieron evitarlo; unos cuantos terminaron en el suelo.


—¿Qué estáis haciendo? Realmente no podéis con ese chico? —se escuchó desde el fondo de la sala. 


El padre de Raidha observaba la situación con una calma que no correspondía al momento, incluso parecía aburrirse con el espectáculo mientras apoyaba su cabeza en su puño izquierdo. De todos modos, su mirada estaba fija en Drayd, y hasta parecía haberse olvidado de cómo pestañear. Era difícil hacerse una idea de lo que podría estar pensando.


«Papá… ¡no te quedes mirando como si no pasara nada!», se quejó Raidha para sí misma al ver la pasividad de su padre. 


Tres guardias enseguida se levantaron e intentaron atacar a la vez a Drayd. Un ataque parecido no había funcionado anteriormente, y obviamente tampoco lo hizo esta vez. Drayd evitó fácilmente las armas y devolvió el golpe con su mano libre, derribando a dos guardias casi en un segundo. El guardias restante intentó retroceder al verlo, pero antes de poder hacerlo recibió una contundente patada. 


Se podían oír claramente los gritos de dolor de los guardias. Por aquellas heridas no morirían, pero no había duda de que no podrían seguir peleando por mucho más. 


Raidha no pudo retener más sus lágrimas. No sabía qué hacer o de qué lado ponerse. Quería proteger a Drayd, pero no podía soportar que les hiciera daño a los suyos. 


«Espera, ¿ninguno ha muerto?»


Raidha echó un vistazo hacia todos los hombres tendidos en el suelo. Ninguno de ellos parecía tener heridas severas. Drayd únicamente les estaba golpeando hasta dejarlos fuera de combate.


«¿Por qué no usa la espada? ¿Está intentando no matarlos?»  


La cabeza de Raidha era incapaz de procesar lo que estaba ocurriendo. Simplemente seguía ahí parada, con las piernas temblando. Pero, ¿por qué estaba temblando?


—¿De-de dónde saca tanto poder? ¡Es un monstruo! —gritó uno de los guardias.   


«¿Tanto poder? La energía oscura que noté en él… no era tanta como...»


Viendo que Drayd se los sacaba de encima como si para él se estuvieran moviendo a cámara lenta, los guardias decidieron atacar a distancia. Empezaron a cargar energía oscura en sus manos, y a los pocos segundos lanzaron multitud de proyectiles. Una gran explosión se escuchó en la posición donde estaba Drayd, pero cuando el humo se desvaneció ya no había nadie ahí.


«¡¿Qué?! ¿No está?» 


Raidha era buena notando distintos tipos de energía, sobre todo la energía oscura. Pudo notar casi al momento los rastros de poder oscuro que venían desde arriba. Al levantar la mirada, como se esperaba, vio a Drayd, cayendo como una bomba. No es una exageración decir eso, pues tan pronto como tocó el suelo, una onda expansiva de energía oscura salió de su cuerpo y mandó a volar una pequeña área del suelo a su alrededor, guardias incluidos.


«Eso… ¿realmente fue una explosión de energía oscura? ¡No puede ser!»  


No había duda de que llevaba energía oscura, pero de nuevo algo no le cuadraba a Raidha. Esa cantidad no debería haber sido suficiente para causar esa explosión. 


«Yo necesitaría usar unas cinco veces más energía oscura para hacer algo parecido…»


Poco a poco, Drayd se levantó y apoyó la espada en su hombro mientras miraba en dirección al padre de Raidha.   


Idiotas, ya es suficiente. Me estáis molestando cada vez más. Dejadme en paz de una vez —se escuchó distorsionadamente desde su boca. 


Otro escalofrío recorrió la columna de Raidha. Esa voz ni siquiera era humana, y mucho menos silphen. Cada segundo que pasaba aumentaba el pánico que sentía. Tenía que reaccionar y parar a ambos lados.


Raidha observó de reojo a su padre, que parecía estar a punto de levantarse y lanzarse él mismo contra Drayd. Una gota de sudor cayó desde la frente de Raidha. Aunque se hubiera quejado ligeramente de su pasividad, en realidad estaba aliviada de que no se hubiera movido. Todo el mundo sabía que los guardias eran guardias únicamente en nombre. En realidad no eran más que meros sirvientes. Después de todo, su padre era más fuerte que todos ellos juntos. Drayd quizás podría enfrentar a los guardias de palacio con facilidad, pero si se enfrentaba a su padre perdería cualquier opción de salvación que pudiera quedarle.


«¿Puedo detenerle? No… ¡debo detenerle!» 


Raidha se sacudió el terror como pudo y empezó a mover sus piernas con dificultad hacia Drayd. Se dirigió hacia su espalda y le sujetó de los hombros con tanta fuerza que sus uñas se clavaron en ellos sin querer. En ese momento Drayd se giró y la miró directamente a los ojos. Ese simple encuentro cercano con su mirada hizo que Raidha se percatara de dónde venía ese terror irracional que había estado sintiendo todo el rato. 


«Esos ojos…» 


Raidha pudo ver directamente dentro de ese pozo sin fondo capaz de desgarrar el alma de uno. Un abismo sin retorno, donde ni la misma oscuridad residía en él. En ese momento dejó de considerar a eso Drayd.


Raidha lo soltó y retrocedió mientras se tapaba la boca con las manos, que rápidamente quedaron empapadas con sus lágrimas. Su cuerpo se congeló en el sitio y sus piernas, que antes a duras penas obedecían sus órdenes, empezaron a temblar como gelatina hasta que no pudieron aguantar su peso por más tiempo, haciendo que se desplomara contra el suelo entre sonoros sollozos.


«Drayd… acaso… ¿fuiste tragado por ese abismo?»  


Esa cosa ya no tenía esa sonrisa macabra en su cara. Se quedó mirando a Raidha con las cejas arrugadas. 


—Tú…


—¿Eh?  


El corazón de Raidha se saltó dos o tres latidos y su respiración se paró. ¿La había reconocido? Quizás Drayd aún conservaba algo de su cordura… Raidha se mordió los labios con fuerza y se tragó todo el miedo que pudo.


—Escucha, Drayd, ¡para! ¡Así solo empeoras las cosas!


Esa cosa se quedó mirando a Raidha durante unos segundos antes de que una desagradable sonrisa apareciera en su cara.


Drayd… No soy ese idiota.


—¿Eh? —a Raidha se le escapó un sonido de sorpresa. 


La boca de Raidha quedó entreabierta, sin ser capaz de replicar. Si no era Drayd, ¿quién era y de dónde había salido?


—No nos subestimes.


Uno de los guardias se levantó y volvió a cargar contra eso. Como antes, simplemente pateó al guardia en el estómago a una velocidad asombrosa. El guardia cayó sobre sus rodillas, aguantando el dolor.


—Y no creas que actuare como él. No pienso quedarme quieto mirando como alguien trata de eliminarme —la voz distorsionada habló de nuevo.


Esa cosa levantó la espada por encima de su cabeza, apuntando directamente al cuello del guardia.


—¡Suficiente, ni se te ocurra mover esa espada! 


El grito del padre de Raidha resonó por toda la habitación. Se levantó de su trono y desplegó sus magníficas alas. Esa cosa apoyó de nuevo la espada en su hombro y se giró hacia el padre de Raidha.


—Espera… eso es…


Raidha intentó decir algo, pero su padre enseguida la interrumpió.


—He visto suficiente. Raidha, lo que tienes delante no es más que un monstruo. Su existencia es un error que se tiene que corregir aquí mismo. 


—¡Espera papá! ¡No puedo dejar que le hagas daño! Esto es… ¡Yo me haré cargo de mis errores!


Raidha corrió entre ambos, su padre y esa cosa. Su padre suspiró pesadamente al ver que su hija seguía intentando ayudar a esa cosa.


—Hija mía, sabes que te quiero, pero no puedo permitir que cometas un grave error poniéndote de su lado. Este chico ya 

no tiene salvación.


—¡Eso no puede ser verdad! —replicó Raidha. 


Esa cosa no quedó impasible ante las palabras del Rey. Bajó la espada de su hombro, dispuesto a utilizarla y sus ojos se entrecerraron con una seria expresión, mirando directamente al rey silphen. Una colisión entre ambos parecía inevitable.


—Pero yo solo… No quería esto, yo solo… solo... 


Raidha había conocido a Drayd apenas unas pocas horas antes. Se trataba de un completo extraño, pero no quería que muriera por el simple hecho de haberla conocido. Además, era la primera persona de más o menos su edad que había conocido. Si el moría se sentiría culpable por el resto de su vida. Raidha no tenía otra opción que actuar.


Se levantó de un salto y agarró la espada, con intención de detener a esa cosa a cualquier coste. Por su culpa Drayd había sido arrastrado a tal situación. Por su culpa terminó en Nilhemfir. Por su culpa estaba delante de su padre. Por su culpa se había vuelto esa cosa. Todo por su culpa…


«Drayd, si aún sigues aquí… ¡No permitiré que te pase nada más!» 


Raidha sujetó con fuerza a Vurtalis y, con su mano apoyada en la empuñadura, intentó activar el portal dimensional para sacarlos de ahí.


—Lo siento papá… Sé que esto te decepcionará… —susurró Raidha. 


—¡Raidha, ni se te ocurra! —gritó su padre al mismo tiempo que corría hacia ella.


Raidha no tenía ni idea de qué estaba haciendo, pero vertió todo el poder que pudo en Vurtalis mientras suplicaba que los sacara de allí. Al mismo tiempo, deseaba con todo su ser que Drayd estuviera bien.


«¡Por favor, vuelve a la normalidad! ¡Vuelve a ser humano! ¡Por favor! ¡Por favor!»  


Pero mientras su deseo crecía, una gran sensación de pérdida la llenó de arriba a abajo.


«¿Qué es esto? Siento como si todo mi poder fuera succionado. ¿Qué está pasando? No me digas que… ¡¿Me está quitando directamente mi poder?!»  


Cuando el portal se abrió y los empezó a tragar, el cabello de Drayd volvió a su color original. La sensación de pérdida de Raidha se incrementó más y más, hasta la propia espada empezó a encogerse. En ese momento, Raidha tuvo un mal presentimiento…


—¡Raidhaaaaaaaaaaa! —gritó su padre.  


Pero antes de que pudiera hacer nada o el rey de los silphen alcanzarla, el portal ya se había cerrado detrás suyo, dejando al rey silphen parado en medio de la sala sin saber qué hacer.


—Hija, ¿qué has hecho? Esa cosa es un peligro tanto para él como para los demás… Y tú...


Cerró los ojos y los puños con todas sus fuerzas, a la vez que su rostro se distorsionaba en una mueca de dolor. 


—Incluso después de que hice lo imposible por impedirlo.… Dalia, ¿qué se supone que debo hacer ahora? —murmuró mirando al techo, esperando por una respuesta que nunca llegaría.


< Anterior - Índice - Siguiente >

lunes, 6 de julio de 2020

Sombras Divididas - v1 - Capítulo 5

 5 - La ciudad negra


No puedo asegurar cuánto tiempo pasó antes de llegar a lo que parecía ser una ciudad. Nada más la tuvimos a la vista, Raidha se puso justo delante de mí y extendió sus cuatro extremidades superiores, de espaldas a la ciudad.


—Bienvenido a Valdhoram, el corazón de este bonito mundo, Nilhemfir.


No hay duda de que esta princesa estaba orgullosa de su ciudad, y su gran sonrisa lo demostraba.


—¿De verdad esto es una ciudad?


—Sí, ¿no es maravillosa? ¡Vamos!


Me cogió de la mano y tiró de mí, arrastrándome a toda velocidad hacia la ciudad, que era escalofriante cuanto menos. De lejos lo único que podía ver eran unas estructuras parecidas a un montón de agujas que salían de un inmenso y oscuro abismo, pero conforme nos acercamos me di cuenta de que eran edificios, y justo en el medio de todos ellos se podía ver uno que destacaba bastante. Puesto que quien tiraba de mí era una princesa malcriada, la lógica me decía que eso era su castillo.


Una vez entramos en la ciudad me di cuenta de que ese abismo eran las completamente negras calles de la propia ciudad. Además, las carreteras no se limitaban a ir únicamente por tierra. En algunas partes se levantaban varios metros del suelo sin señal alguna de que hubiera pilares sujetándolos. Simplemente parecían volar entre los edificios. Lo normal sería que los materiales no pudieran soportar el peso y se derrumbaran, pero ese no era el caso. Es más, todo parecía estar hecho de una sola pieza. Por mucho que me esforcé en encontrar alguna junta no conseguí ver ninguna.


«Esto es una locura…»  


Y lo peor de todo era que únicamente podía observar distintas tonalidades de negro por donde fuera que mirase. Ya me esperaba no encontrar focos de luz y acepté eso como una opción lógica, al fin y al cabo era una tontería utilizar luz cuando la gente de por allí era capaz de ver en la oscuridad, pero que todo fuera negro ya era demasiado. ¡Decir que era deprimente era quedarse corto!


—Todo a nuestro alrededor se ve exactamente igual… ¿Cómo demonios os orientáis por aquí dentro?


—Pues la verdad es que nunca me pregunté esto. Para mí es simplemente normal.


—Aún así un poco de color no os haría mal. 


Golpeé ligeramente la pared de un edificio. El material era similar al metal, pero al mismo tiempo no parecía serlo. Me recordó un poco al escudo improvisado que Raidha usó en el bosque.


—¿De qué está hecho todo esto?


—Materializamos la energía oscura y la usamos para construir edificios, carreteras o lo que haga falta, por eso todo es de color negro. Aunque te lo explique no creo que lo entiendas.


—Probablemente… no…


—Después de todo se podría decir que somos la forma de vida más antigua de entre todos los mundos conocidos. Os sacamos millones de años de ventaja.


—La forma de vida más antigua de entre todos los mundos, ¿eh? Entonces, a pesar de parecer tan joven… ¡¿eres un dinosaurio?!  


—¡Claro que no, imbécil! ¡Hablo de mi gente, no de mí misma!


—¡Ahí está!


El grito de un hombre se superpuso con el de Raidha. Se trataba de un hombre con exactamente las mismas características que Raidha: ojos rojos, cabello plateado y alas completamente negras. De todos modos eso no me importaba mucho, lo que me preocupaba es que estaba corriendo directamente hacia mí... ¡con una lanza en sus manos! Y no estaba solo. Antes de poder decir nada estaba rodeado de gente armada con cara de pocos amigos.


—Tú, ¿quién eres y cómo llegaste aquí?


Una de esas lanzas se acercó a mi cuello. La princesa había dicho que nos sacaban millones de años de ventaja, aunque esas lanzas no parecían decir lo mismo. De todos modos el ligero pinchazo que sentí me decía claramente que no se trataba de una broma.


—Yo…


Ni siquiera sabía cómo responder, y tener esa cosa pinchándome el cuello no me ayudaba a pensar más rápido. Por suerte Raidha enseguida apartó la lanza y se interpuso entre ese hombre y yo.


—¡Esperad, viene conmigo!


Por un momento esos hombres se quedaron mirando a Raidha, hasta que finalmente parecieron reconocerla.


—¡¿Princesa, qué hace aquí?!


—Ah, esto… Ehhhh… ¡No importa! ¡Tenemos prisa, dejadnos pasar!


De nuevo me cogió de la mano y se abrió paso entre los confusos hombres. Luego me arrastró corriendo por toda la ciudad. Cada vez que nos cruzábamos con alguna de esas personas podía notar una punzante mirada tras de mí. Estaba más que claro que no era bienvenido.


«¡Yo tampoco quiero estar aquí! ¡Dejadme regresar a casa!»


—No se lo tengas en cuenta. La mayoría de ellos vivieron tiempos difíciles. Es normal que estén en guardia al ver algo que no sea un silphen caminando por la ciudad. 


—Bueno… ¿pero por qué van con lanzas? Hasta en mi mundo existen las armas de fuego, y eso que según tú nos sacáis millones de años de ventaja.


—¿Ah? ¿Por qué usaríamos tales cosas? La mayoría de soldados podrían evitar una bala con facilidad. Es mejor usar un arma que no dependa de proyectiles y pueda moverse al mismo tiempo que tu cuerpo, ¿no crees? Y en caso de necesitar ataques a distancia nos basta con lanzar proyectiles de energía oscura.


—No sé ni para qué pregunto…


Terminé dejándome arrastrar en silencio a lo que como había imaginado era su castillo. Raidha enseguida abrió la puerta y tal como entramos la cerró de nuevo. Ambos dejamos escapar un suspiro de alivio, pero apenas un par de segundos después de sentirnos seguros otro par de esos tipos se nos acercaron.


—Ehm… ¡Estoy de vuelta!


Raidha les saludó con una sonrisa que intentaba ocultar su nerviosismo.


—Princesa, su padre quiere verla en la sala del trono ahora mismo.


—¡¿Ehhhh?! ¿Por qué justamente ahí?


—Venga junto a este humano.


—Sí…


Raidha se resignó y empezó a caminar entre esos dos hombres. Yo la seguí al momento, aunque casi noté que fui empujado a seguirla por el tipo que se quedó detrás nuestro.


—Ehm, de todos modos quería llevarte a ver a mi padre. Normalmente cuesta encontrarle, así que esto nos ahorra tiempo… Y que nos llame a la sala del trono… ¡simplemente quiere dárselas de importante! Así que no te preocupes, ¿vale?


—Pareces más preocupada que yo…


Que prácticamente estuviera temblando mientras hablaba no ayudaba a que yo me calmase… Pensé un par de veces en echar a correr, pero enseguida llegamos a una enorme sala. En el fondo había una silla, aunque probablemente sería mejor llamarla trono, y en ella se sentaba un hombre de mediana edad.


Al igual que todos los de ese lugar tenía el cabello plateado y los ojos rojos. Llevaba una ropa parecida a un traje que no podía ocultar del todo lo que parecían ser unos músculos bastante definidos, cosa que no coincidía lo más mínimo con mi imagen mental de un rey. A su imponente cuerpo se sumaban el par de enormes alas negras de su espalda que lo hacían parecer un auténtico ángel de la muerte. Todo él daba miedo sin que le hiciera falta hacer nada.


«Este es, ¿el padre de Raidha?»


Su mirada se clavó en la mía y una desagradable sensación me asaltó casi al momento. No pude evitar quedarme completamente paralizado sin poder apartar mis ojos de los suyos, hasta prácticamente se me olvidó como hablar o directamente respirar.


—¡No te quedes mirando al rey tan descaradamente! 


Apenas recuperé el control de mi cuerpo después de recibir un tremendo golpe que me lanzó contra el suelo, cortando nuestro contacto visual.


—¡¿Por qué le golpeas?!


Raidha se me acercó y se agachó para intentar ayudarme a ponerme de rodillas.


—¡Raidha!


Ante el repentino grito Raidha prácticamente se ocultó detrás de mí. Al levantar mi mirada me encontré de nuevo con la de su padre, aunque esta vez estaba clavada en Raidha en lugar de mí… y parecía estar bastante enfadado…


—¿Dónde te metiste? ¿Y por qué trajiste a este humano contigo?


—¡Ah! Papá, ciertas cosas pasaron... ¡Aunque ahora no es el momento para explicarlas a fondo! Resulta que... ehm... esto... ehhh…


—Hija, habla claro de una vez.


—Esto... no entiendo qué pasó pero... él tocó mi espada y la energía oscura... y…


—Tú espada…


—Vurtalis... —respondió Raidha, con una risilla incómoda.


Su padre se chocó la frente con la palma de la mano y soltó un gran suspiro de desesperación. Parece que la princesita era incordiante hasta para su misma familia.


—Yo solo quisiera regresar a casa… ¿Podría irme de una vez? 


Decidí interrumpir. Si dejaba que Raidha siguiera con las suyas no avanzaríamos.


—Ya te dije que si regresas con energía oscura en tu cuerpo estarás en problemas. ¿Acaso no lo entiendes aún?


—¡Pues no! Ni siquiera entiendo que sois vosotros exactamente y mucho menos qué son esos katryde que digiste. ¿Por qué deberían atacarme? ¡¿Qué demonios pasa entre vosotros?!


—¡Papá, explícaselo un poco!


El rey dejó escapar un pesado suspiro y se recostó en el trono con la vista perdida en el otro lado de la habitación antes de ponerse a hablar con pesar.


—Los silphen y los katryde somos dos pueblos enfrentados. Durante milenios hemos estado peleando donde fuera que nos encontrásemos. Los silphen somos fuertes, pero menos en cantidad que ellos. Con su superioridad numérica apenas podemos hacerles frente. Al final no tuvimos otro remedio que huir de ellos, y aún así nos persiguieron por todos los mundos conocidos. Fuimos cazados y exterminados sin piedad hasta que conseguimos establecernos aquí en Nilhemfir, un mundo protegido por la oscuridad y el único lugar donde aún no nos han conseguido encontrar. Por eso, ya que no queremos que nos encuentren no podemos…


—Son egoístas y sádicos. ¡En el mismo instante en el que noten la energía oscura en ti estarás muerto! —Raidha le interrumpió.


—Lo único que siento que ha cambiado en mí es que ahora puedo ver en la oscuridad... Menudo poder tan peligroso como para que me quieran matar…


—¡Que alguien tenga rastros de oscuridad en él es suficiente para que le ataquen! 


—Raidha eso no es... 


El rey la miró con duda y lo que pareció ser un intento de replicarle algo, sin embargo cerró la boca y suspiro mientras meneaba la cabeza de lado a lado.


—Chico, ¿qué hiciste para que ocurriera esto?


—No sabría decir… Toqué esa espada que lleva Raidha. Entonces un humo negro salió y se metió en mi cuerpo… Luego ya no sé qué pasó.


Ambos me observaron con una expresión pensativa.


—Papá, probablemente absorbió una parte de mi energía oscura almacenada en Vurtalis.   


—No, esta espada es…


De nuevo se quedó mirándome fijamente con el cejo fruncido, y una vez más quedé paralizado en el sitio por esa desagradable sensación hasta que desvió su mirada hacia Raidha. Y aún así no pude dejar de temblar. No puedo asegurar si se trataba de miedo o de otra cosa, simplemente podría decir que esa mirada se sentía como si pudiera ver hasta lo más profundo de mi ser, sin que le pudiera ocultar absolutamente nada.


—De todas formas no tengo tiempo que perder con él ahora mismo y no podemos darnos el lujo de llevarlo a su mundo. 


—¡Pero papá! ¡Está aquí por mi culpa!


—¡Silencio, Raidha! Lo que hiciste es más serio de lo que crees. No es momento de perder el tiempo investigando por qué un humano tiene energía oscura. Lo importante ahora es tener una buena charla contigo —dijo con un tono extremadamente severo—, una charla muy importante —cambió a un susurro triste.


—Entonces… ¿qué pasará con él? Si le dejamos con esa energía oscura en su interior...


—Por el momento le mantendremos aquí y luego veré que hacer con él. Esa energía oscura que tiene dentro no es algo por lo que preocuparse, lo que me preocupa es lo otro que tiene dentro…


De nuevo me clavó su mirada e hizo una señal con la mano hacia los guardias, que empezaron a caminar hacia mí en silencio. Combinando ambas cosas, sentí que el terror puro me asaltaba por primera vez desde que había llegado a ese mundo.


«¿Cómo se supone que debo interpretar eso? ¿De verdad no van a ayudarme a regresar a casa? Entonces, ¿qué se supone que voy a hacer?»  


Di un paso hacia atrás al ver a esos tipos acercarse. Delante mío estaba Raidha con una expresión complicada. Probablemente ella tampoco sabía qué hacer para ayudarme.


«No puedo quedarme aquí… ¡No quiero quedarme aquí!»  


Miré por todos lados buscando una salida, una solución, algo, ¡lo que fuera! Entonces ahí estaba, colgando de su cinturón, lo que lo empezó todo, Vurtalis.


«Esa espada…»  


No tenía conocimientos de cómo usar una espada ni nociones básicas de esgrima, pero en la desesperación todo me dio igual. Le robé la espada casi por reflejo y, dando un paso atrás, me preparé para utilizarla, ya fuera para abrir un agujero que me permitiera escapar de ese lugar o simplemente para empezar un combate desesperado, imposible de ganar…


—Solo quiero irme de aquí… —murmuré.  


De golpe, un malestar general empezó a nublar mis sentidos. Noté algo expandiéndose por todo mi cuerpo a gran velocidad al mismo tiempo que mi consciencia se hacía cada vez más tenue.


Idiota, qué puedes hacer tú solo? Eres débil, pero no te preocupes, yo te sacaré de aquí.