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lunes, 14 de diciembre de 2020

Reencarné como una piedra - v2 - Capítulo 9

9 - El demonio más temido del mundo


—¿Por qué estás tan nerviosa? —le preguntó Clotpole a Aeldrya.


—Clotpole… ese viejo es Wekyop Driofarb.


La reacción de Clotpole fue parecida a la de Aeldrya y también empezó a sudar frío.


—¿El viento tormentoso del infierno helado?


«… ¿El qué?»


—Sí, ese mismo.


La reacción de esos dos era entendible. Wekyop Driofarb se trataba de un ex aventurero, y no uno del montón. Durante mucho tiempo fue considerado el mejor aventurero de rango 4 de su época y uno de los pocos en alcanzar el rango 5 antes de retirarse… o eso me contó. De todos modos ese mote… Bueno, ese es el problema de que los motes sean algo que deciden los demás, uno nunca sabe con qué gilipollez te pueden llegar a salir...


—Parece un humano normal y corriente… No me puedo creer que le conozcas —Clotpole siguió susurrándole a Aeldrya.


—Lo conozco de cuando era pequeña.


«Pequeña…»


—No quería volverlo a ver en mi vida. Tenía la esperanza de que ya hubiera muerto de viejo… Me voy, por lo que más quieras, no le digas que he estado aquí.


—Es algo tarde para eso.


El viejo ya estaba caminando hacia nosotros. Obviamente, con el grito que acababa de pegar Aeldrya lo raro sería que no se hubiera fijado en ella. Todo su cuerpo se tensó de golpe. Aunque parecía querer escapar con todas sus fuerzas sus piernas no parecían querer apoyar su decisión.


—No hace falta que me tengas tanto miedo —dijo el viejo al ver la reacción de Aeldrya.


Se acercó lentamente a nosotros, hasta plantarse justo delante de la elfa. Luego echó un vistazo a Limy y se rió un poco.


—Así que tú eres esa niña de la que tanto habló. Admito que me esperaba otra cosa.


Maestro, ¿quién es?


—¿Qué buscas aquí? —interrumpió Aeldrya antes de que pudiera responder. 


—Aeldrya, ya veo. Ahora entiendo por qué me sonaba tanto el nombre. No me esperaba que realmente fueras esa niña pequeña de ese entonces. Me sorprende que aún te acuerdes de mí y seas capaz de reconocerme. 


—Cómo si pudiera olvidarte.


—Ja, ja, ja, has crecido mucho desde entonces.


—Supongo... 


—Si no fuera por tu nombre yo no sería capaz de reconocerte a ti.


—Eso hubiera sido lo mejor…


—No estés tan nerviosa, el pasado es pasado. Soy demasiado mayor como para que me importen viejos acontecimientos. De todos modos, mejor hablemos en otro lugar.


Aeldrya salió del gremio a regañadientes junto al viejo. Aunque al principio no quería, terminamos dirigiéndonos directamente a su casa. No tengo ni idea de la relación entre ambos, pero al final la elfa se relajó y hasta terminó hablando amistosamente con Wekyop.


—No me puedo creer que vosotros dos os conozcáis —le dijo el viejo a Aeldrya.


—Conocerle es lo peor que me ha pasado nunca —le respondió.


—¿Puedo preguntar que hace la pequeña de la familia por aquí?


—Intentar vivir una vida alejada de problemas… como por ejemplo tú.


—Elfa pervertida, deberías respetar a los mayores, ¿no crees, Limy? —intervine.


—Claro, maestro —respondió Limy sin mucha emoción mientras aún seguía meneando el látigo delante suyo.


Por lo visto de verdad le había gustado ese látigo, aunque ir así por la calle se veía un poco… Por suerte, aunque era un tanto extraño, no había mucha gente paseando por la zona.


—¡Joder, alguien ha cagado un gato muerto! —se escuchó desde el fondo de la calle.


Todos nos giramos hacia el grito. Un montón de personas salían corriendo a toda velocidad en dirección contraria al mismo tiempo que se tapaban la nariz. Otros incluso se tapaban la boca mientras se agachaba un poco como si estuviera sintiendo náuseas… y alguno que otro estaba directamente apoyado en una pared dejando salir el desayuno de los últimos tres días…


«¿Qué está pasando aquí?»


—¡¿Y esta peste de dónde sale?! —gritó Aeldrya de golpe.


Tanto la elfa como el viejo se taparon la nariz y empezaron a retroceder en la misma dirección que los demás habitantes de la ciudad… Además, las personas no eran las únicas en intentar escapar. Los animales también estaban largándose como podían del lugar. Incluso ratas se podían ver huyendo… y hasta había varias cucarachas corriendo detrás suyo. Los únicos que estábamos bien éramos Limy y yo.


—Esto no es normal… ¿Acaso alguien se ha comido una fabada radiactiva o qué? Limy, vamos a ver.


—Entendido.


Nos adentramos en la calle y enseguida empezamos a ver gente desmayada por todos lados. Incluso mientras paseábamos, a Limy le cayó una paloma encima de la cabeza… Una suerte por su parte, a mí lo único que me había caído encima más de una vez eran los restos del almuerzo de una paloma…


Limy siguió avanzando nada más terminar de tragarse entera a la rata voladora. No tardamos en encontrar una pequeña figura humanoide tirada en el suelo. A su lado tenía un montón de bolsas llenas de hierbajos y flores distintas. Incluso desde lejos era fácil reconocer quién era.


—¿Qué hace esta aquí tirada? En fin, tocará cargarla a casa…  


—Entendido, maestro.


Limy cargó a Dabla con facilidad y regresamos con el viejo y la elfa. Nada más llegar a casa la dejamos tirada en el sofá y nos pusimos a hablar. El viejo parecía bastante interesado en Dabla.


—Así que terminaste invocando un demonio. Solo te queda crear una gran mazmorra para ser un núcleo hecho y derecho —se rió el viejo.


—Bueno… apenas empecé a construir una. Cuesta mucho tiempo y puntos, así que solo tengo una sala. Luego veré si sigo ampliándola un poco… aunque los puntos siguen siendo un problema.


—Pero tienes un demonio contigo, ella debería ser más que suficiente para conseguir una gran cantidad de puntos.


—Ahora que lo dices… tiene una barbaridad de maná… De todos modos apenas la invoqué, no he tenido tiempo de hacer nada.


—¿Dónde estoy?


Y hablando del demonio, justo se levantó desorientada.


—¡Mierda, ¿dónde están mis materiales?! ¡Sin ellos no podré hacer más bombas fétidas!


Durante un momento entró en pánico, pero pronto se dio cuenta de dónde se encontraba y de como todos la mirábamos fijamente.


—¡Ah! Hola amo, ¿cómo está?


—¡¿Esa peste ha sido cosa tuya?! —le gritó Aeldrya.


—Bueno… algo así. No creí que fuera tan potente. Parece que calculé mal las cantidades, ja, ja, ja.


—Y fuiste tan idiota de quedarte atrapada justo en medio… — agregué.


—Quería hacer que explotara pasados unos minutos, pero fue más rápido de lo que imaginé, ja, ja, ja. Un pequeño error de cálculo. Hace siglos que no creaba una.


—¡Más te vale que no te vea haciendo otra cosa así por la ciudad! —volvió a gritar Aeldrya.


—No te preocupes, no volverás a verme haciendo una, ja, ja, ja.


—Eso espero…


—Bien, bien, para que me perdones te daré esto.


Dabla buscó entre sus cosas y terminó sacando lo que parecían ser unos caramelos. Le dio uno a Aeldrya, que se lo quedó mirando un poco mal durante un rato, pero después de darle un pequeño lametón terminó metiéndoselo en la boca. Mientras, el viejo no había quitado ojo de encima de Dabla y sus cosas.


—¿Y este viejo quién es? —preguntó la diablilla al fijarse en su mirada.


—Es mi maestro de magia y un… ¿viejo conocido de Aeldrya? —respondí.


Cierto, Aeldrya había dicho que lo conocía de cuando era pequeña, pero… eso exactamente… ¿cuántos años eran?


—…cosa que me hace preguntarme… ¿Hace cuánto os conocisteis?


—Unos doscientos años más o menos —respondió secamente Aeldrya.


—¿Eh? Viejo… ¿cuántos años tienes?


—Ya tengo doscientos setenta y tres años.


—¡¿Cómo es eso posible?! ¡¿Acaso no eres humano?! —grité en shock.


—¿Doscientos setenta y tres? ¿Un humano? 


Dabla también parecía sorprendida. Se quedó mirando fijamente al viejo con la mano en la barbilla antes de abrir la boca en sorpresa.


—¡Oh!, ya veo, un upmodarf. Pensé que terminarían matándolos a todos. Me sorprende ver uno caminando como si nada en medio de una ciudad humana, ja, ja, ja.


—Después de la desaparición de los demonios las cosas se calmaron bastante. Aún nos miran un poco mal, pero ya no somos repudiados como en la antigüedad —le respondió el viejo. 


—¿Entonces no eres humano? —pregunté de nuevo.


—Es humano, pero… algo especial —respondió Aeldrya.


—Somos humanos, pero se podría decir que tenemos sangre demoníaca corriendo por nuestras venas.


—Entonces… ¿eres un semidemonio?


—Para nada, ja, ja, ja. Simplemente son descendientes de un grupo de locos que intentaron obtener cuerpos parecidos a los demonios.


—¿Por qué harían eso?


—Porque no hay registros de ningún demonio que haya muerto de viejo... —respondió Aeldrya.


Dabla asintió antes de seguir hablando.


—Querían ser capaces de obtener vidas tan largas como las nuestras. Apenas consiguieron una ínfima parte de lo que querían después de innumerables sacrificios, pero sorprendentemente, los que sobrevivieron a los experimentos, siguieron pasando sus cuerpos alterados generación tras generación. Por mala suerte para ellos, no fueron muy bien vistos por los demás humanos, ja, ja, ja.


«Nunca lo hubiera dicho… ¡Helpy, saca la Helpypedia!»


[Upmodarf: Humanos que poseen sangre demoníaca en sus venas. A pesar de eso, está muy diluida y no se diferencian mucho de las demás razas humanas más allá de mayor longevidad.]


«Ya veo… Parece que en todos lados hay locos que harían cualquier cosa por vivir más tiempo…»  


—Me alegro de que ya no seais tan mal vistos. Por cierto, ¿te apetece también un caramelo?


El viejo se quedó mirando el caramelo que le había ofrecido Dabla en silencio. Al final negó con la cabeza antes de seguir hablando.


—Por cierto, te llamas Dabla, ¿no? Hay algo que siempre quise preguntar directamente a un demonio. Mi familia ha transmitido gran cantidad de conocimientos sobre los antiguos demonios generación tras generación, pero hay un demonio que siempre llamó mi atención. ¿Te suena el nombre: “Arfugrafe munales ver orfragix”?


—Ughi…


Dabla dejó escapar un extraño sonido al mismo tiempo que todo su cuerpo se tensaba.


—Mmm, yo también creo haber escuchado ese nombre alguna vez —respondió Aeldrya.


—Normal —asintió el viejo—, fue un demonio conocido por el mundo entero. Hasta hace unos ochocientos años no había nadie que no hubiera escuchado ese nombre ni una sola vez.


—Si, eso es cierto… je, je, je… pero ese nombre es… —respondió Dabla.


—Se dice que nadie sabía quién era en realidad, pero tanto los lyudnen como los demonios sentían pavor al escuchar esas palabras. Incluso los más poderosos señores demonio se escondían tan bien como podían si se enteraban de que rondaba cerca suyo. Hasta se rumorea que cuando se encerró a los demonios el mayor esfuerzo fue en asegurarse de atrapar a ese demonio a toda costa —siguió el viejo.


—Eso es cierto, ja, ja, ja.


—Joder… ¿Qué tipo de demonio era ese? Y ese nombre… arfunosequé… es impronunciable.


—Amo… son viejas historias de hace más de ochocientos años, no debería interesarse mucho por ellas.      


—Arfugrafe munales ver orfragix, es lenguaje demoníaco. No es un nombre como tal, significa…


—¡AAAAAAAAAAAAAAAAA… a… a… a quién le importa eso ya!


—En realidad importa. Hay rumores de que la mayoría de las batallas contra los demonios empezaron por su culpa —dijo Aeldrya.


—¡Eso no es verdad! La mayoría fueron conflictos sin importancia y… ¡como mucho hizo estallar unas veinte batallas sin querer!


—¿Te parece poco? Joder… ¿qué hizo? —seguí preguntando.


—Consiguió hazañas que nadie creería ciertas si no se mencionara ese nombre en ellas. Por ejemplo, se dice que consiguió llenar completamente de avispas el retrete de un temible señor demonio sin que se diera cuenta antes de sentarse y terminó con el culo más rojo e hinchado que el de un mandril.


—En realidad no fueron avispas, sino aguijones del averno… y solo había dos, no el retrete lleno. 


—También consiguió depilar enteras decenas de tribus de hombres bestia en una noche, sin que nadie se diera cuenta.


—Eso es una exageración… fueron dos… o quizás tres… al menos en una noche...


—También llenó siete bosques de los elfos de unas plantas tan apestosas que los obligó a marcharse de allí por el insoportable olor y acumulación de bichos.


—Bueno, eso… lo único que puedo decir es que no se llenó de bichos… al contrario... Y solo fueron tres bosques…


—Y lo peor, consiguió inventar unos caramelos con un sabor increíble… y un efecto laxante igual de potente. Fue capaz de hacerlos pasar por caramelos normales y repartirlos por las ciudades tanto a niños como adultos, causando que las calles terminaran... 


—¡¿Eso es un demonio tan fuerte que aterrorizó al mundo entero?! —interrumpí.


—Fuerte no es la palabra… Es famoso por ser… un grano en el culo que no paraba de hacer la vida imposible al mundo entero —siguió Aeldrya sin quitarle la mirada de encima a Dabla al mismo tiempo que empezaba a palidecer.


El viejo asintió ante las palabras de Aeldrya.


—Se escondía en medio de la oscuridad, preparando todo tipo de bromas pesadas. Su risa era lo único que llegaban a escuchar sus víctimas justo antes de sucumbir a sus fechorías. De allí el nombre: “Arfugrafe munales ver orfragix”, la…


—¡No lo digas! ¡Noooooooooooo!


—… la hiena que ríe al anochecer —terminó el viejo.


—Yaaaaaaaaaa, está bien, sí, sí, ¡soy yo! ¡Pero no digas más ese nombre! ¡No lo puedo soportar!


La cara de Aeldrya finalmente se volvió de color azul y el grito de Dabla quedo ensordecido por el rugido de su estómago. 


—¡Ya sabía yo que no podía confiar en un demonio! —gritó la elfa al mismo tiempo que salía corriendo con las manos en el culo.


Me quedé congelado, mirando aterrorizado a Dabla mientras intentaba procesar cómo algo tan pequeño podía ser capaz de sacar tanta mierda...


—Bueno, al menos pude comprobar que siguen funcionando, ja, ja, ja.


—¡No te rías maldito demonio! No me puedo creer que te haya invocado justo a ti!


—Amo, en realidad es algo bueno. Llevan intentando echarme de allí desde el primer día en el que fuimos encerrados. Si les dijeras a los otros demonios que me invocaste serías adorado como su nuevo dios, ja, ja, ja.


—Yo también quiero un caramelo —dijo Limy.


Limy se acercó a los objetos que había traído Dabla y sacó una pequeña bola que parecía estar hecha de cristal.


—¡Un momento, eso es...!


El aviso de Dabla no llegó a tiempo de evitar que Limy se metiera eso en la boca y le diera un mordisco… No quedó un solo insecto ni pequeña alimaña escondida en el rincón más remoto de la casa de Aeldrya… ni vecinos tampoco...


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lunes, 26 de octubre de 2020

Reencarné como una piedra - v2 - Capítulo 8

8 - El tentáculo de hierro de Limy


[Has obtenido 121 de Experiencia.]

[Tu nivel ha subido a 7. A causa de tu especie, las estadísticas no suben.]


«Por fin al 7.»


Al igual que el otro día, me había pasado la noche cazando. Esta vez había decidido salir solo, y debo reconocer que había sido una noche productiva. 


Estado:

Nombre: Pedro Grava 

Especie: Piedra Mágica | Raza: Núcleo de mazmorra

Nivel: 7 | Experiencia: 12/3415 | Grado 1

PS: 145/145 | PM: 124/306 | Pozo de maná: 57/600

Clases: 

  • Mago: 2 | Experiencia: 2/750

Estadísticas:

Vitalidad: 0 | Fuerza: 0 | Agilidad: 0 

Intelecto: 24 | Poder mágico: 46

_________________________


«¡Estado!»


No solo había conseguido subir al nivel 7, mi clase también había subido por fin de nivel. Además, puesto que fui transformando constantemente mis puntos de maná del pozo de maná en puntos de mazmorra y recargándolo, este también subió al nivel 3.


«Bueno, vamos a terminar por hoy.»


Aún faltaba un poco para el amanecer, pero la oscuridad de la noche ya empezaba a ser despejada lentamente por los rayos del sol que se asomaba por detrás de las montañas lejanas.


Esperé un poco a que mi maná se recargara lo suficiente y me puso a rodar de vuelta a la ciudad cuando ya empezaba a clarear un poco. Más me valía estar de regreso antes de que las calles se llenaran de gente. Apenas conseguí llegar justo a tiempo para empezar a ver salir las personas a la calle.


«Es increíble el ansia que tiene esta gente por madrugar... Como dice el dicho: si te levantas muy temprano muy temprano, te puedes dormir otra vez porque aún no ha salido el sol.» 


Limy, estoy de regreso.


La puerta se abrió y me colé dentro.


—Maestro, bienvenido. 


Tras ser recibido fui a ver que hacía nuestra diablilla. También hay otro dicho que dice: quién al demonio quiere engañar, muy temprano de levantarse ha… Pues este no era nuestro caso. La diabla estaba durmiendo como un tronco con media barriga al aire y babeando encima de las sábanas. A diferencia de Limy, ella necesitaba dormir como cualquier persona normal.


—¿Deberíamos despertarla? —le pregunté en voz baja a Limy. 


—Creo que es mejor no hacerlo.


—Tienes razón… Aún es muy temprano después de todo…


—Sí, muy temprano.


Después de decidir que lo mejor sería dejarla dormir un rato más me preparé para salir de la habitación.


—¡¡¡Despierta maldita diablilla pedorra!!! —grité tan fuerte como pude al lado de su oreja.


—¡WAAAAAAAAA! 


Del susto saltó de la cama y cayó al suelo de una manera muy tonta.


—¡¡Amo, ¿qué pasa?!!


—Nada, ya puedes dormirte otra vez —dije mientras salía de la habitación y Limy cerraba la puerta detrás de mí.


—Ah, vale…


***


Un par de horas después empezaba el día de verdad. Nuestro primer plan era ir a buscar la nueva arma de Limy. Solo teníamos un problema...


—Elfa pervertida, yo también quisiera ver si podemos conseguir algunas cosas —Dabla se acercó a Aeldrya. 


—¡¿Por qué me llamas así?!


—Simplemente cumplo órdenes de mi amo. Me ha dicho que te llame así. Jajajajaja. 


—Maldita piedra... Como sea, déjame ver si tengo algo que podamos usar para ocultarte… Parece que luego tendremos que ir a comprarte algo de ropa adecuada.


Lo primero que intentamos hacer fue ocultar su cola dentro de unos pantalones. Conseguimos que entrara entera pero…


—Queda un bulto raro... —dijo Aeldrya.


—Y qué le vamos a hacer si la niña nos salió con rabo…


Las alas fueron más fáciles de esconder. Mientras las mantuviera retraídas no destacaban mucho. Pusimos un pequeño trapo por encima a modo de capa y las ocultamos por completo… Aún así… Bueno, su aspecto era horrible...


—Mejor vamos directos a la tienda primero —suspiró Aeldrya.


Le compramos una pequeña túnica morada con capucha incluida. Al dejar caída la capucha ayudaba un poco a ocultar aún más las alas y al ser una tela larga hasta los pies ayudaba con la cola... pero no pegaba mucho a una niña de cinco años… Parecía un disfraz de halloween… pero probablemente estaría bien por el momento… probablemente...


Nuestra siguiente parada ya fue directamente la herrería de la enana. Su primera reacción al ver entrar a Aeldrya junto a Limy y Dabla no fue otra que la esperada por una mujer adulta al ver a otra con dos niñas.

 

—¿Decidiste dejar tu trabajo y dedicarte a secuestrar niñas de la noche a la mañana?


—Algo así…


—Ni que fueran perros callejeros. 


—Preferiría recoger perros... —susurró la elfa.


—En fin, toma.


La enana le lanzó directamente un objeto a Aeldrya, que lo recogió directamente en el aire. Se trataba de un simple tubo de color negro.


—¿Esto es todo? 


—Por supuesto que no. Está relleno del mercurio alquímico refinado. La idea es que sea controlable a voluntad del que lo empuña. Tendrá la resistencia del metal a la vez que la capacidad de usarse como un látigo. Querías algo así, ¿no? Esto es lo mejor que pude hacer. Veamos si es verdad si esta niña lo puede usar como dijiste. Con lo que me costó hacerlo más vale que sea así.


—Limy, todo tuyo, usa tu maná para controlarlo.


Le pasó esa empuñadura directamente a Limy. La niña lo sujetó sin reacción durante un momento, no parecía saber muy bien qué hacer.


—No sé cómo transmitir mi maná en esto —terminó diciendo Limy después de no conseguir nada.


Se nos había olvidado, Limy no tenía la habilidad de control de maná. Creímos que sería capaz de hacerlo de forma natural ya que los limos pueden usar el maná para poder notar su alrededor, no parecía ser el caso.  


—Je, aunque esta niña tuviera un maná con la naturaleza necesaria, es inútil si no le llega al arma. Por algo las armas rúnicas, a diferencia de las armas mágicas, usan su propio núcleo de poder, para que incluso el paleto más grande controlando su maná pueda usarlas. Pero claro, sin fuente de poder no hay nada que hacer… Parece que malgasté el tiempo y los materiales… —suspiró la enana.  


—Y yo que creí…


—¿Mercurio alquímico? —murmuró Dabla.


La diablilla se puso la mano en la barbilla mientras observaba pensativamente el tubo en la mano de Limy. Después de asentir ligeramente se dirigió hacia Imliar.


—¿Tienes un poco de manafilita?


La pregunta de la diablilla tomó por sorpresa a la enana. Se rascó la cabeza en duda y luego asintió.


—Creo que tengo algo. ¿Para qué lo quieres?


—Perfecto, ¿y un poco de amalgama encantada? O en caso contrario, un poco de herrumbre de roca de sangre también me valdría.


—Ehm… esto… déjame mirar…


Tras revisarlo, la enana regresó con un cristal azul y una bolsa llena de polvo rojizo. Dabla lo recogió sin dudar y derramó el polvo encima de su mano. Luego acercó el cristal azúl al polvo y ambas cosas empezaron a brillar intensamente. En unos instantes se volvieron algo parecido a una esfera de energía pura que flotaba encima de la mano de Dabla.


—Limy, dame esa cosa.


La diablilla cogió esa empuñadura con su mano izquierda y la acercó a la esfera de su derecha. Al hacerlo, la empuñadura empezó a flotar y de la esfera se alargaron hilos de energía que se pusieron a dibujar extraños patrones alrededor suyo. Cuando la esfera de energía desapareció por completo, la empuñadura estaba rodeada por esos patrones y todo tipo de caracteres raros de un color rojo sangre bastante siniestro. 


—Prueba ahora —le dijo Dabla a Limy mientras le regresaba la empuñadura.


En el mismo momento que Limy la tocó, todos los símbolos empezaron a brillar. Tanto Aeldrya como Imliar se quedaron con la boca tan abierta que hasta un pájaro podría hacer su nido adentro.


—Niña, ¿qué hiciste? —preguntó la enana con la mirada fija en esa arma. 


—He inscrito un circuito mágico retroalimentado con un hechizo de succión de maná. Con esto incluso alguien incapaz de controlar su propio maná sería capaz de transferirlo a esa arma. 


—Pero eso es inútil, el maná necesita alcanzar lo que está dentro de la empuñadura, no la empuñadura en sí. Y más importante, imbuir el metal líquido para...


—No hay problema, también inscribí en el mercurio alquímico de dentro —la interrumpio Dabla. 


—Eso es… —la enana se quedó sin palabras.


Limy volvió a intentar hacer funcionar ese látigo. De la punta de la empuñadura empezó a alargarse algo a medio camino entre líquido y sólido de color metálico, rodeado de las mismas líneas brillantes del exterior.


—Ya puedo controlarlo —dijo Limy meneando el látigo de un lado a otro.


—Aeldrya... ¿quién es esta niña?


—Estoy tan sorprendida como tú…


Ambas se quedaron sin palabras mientras clavaban su mirada en la pequeña niña.


—No es para tanto, jajajaja.


—¡Sí que es para tanto! —gritaron la elfa y la enana a la vez.


Por fin Limy tenía un arma decente. Ese látigo era más de lo que aparentaba a simple vista. Se trataba de un arma flexible pero más dura que el acero. Y no solo eso, podría cambiar ligeramente su forma a voluntad de Limy. La enana se lo había currado más de lo esperado. Normalmente sería un látigo, pero podría volverse una espada en caso necesario o incluso un escudo… Bueno, y otras cosas también, pero eso ya da igual...


Salimos de la herrería y continuamos con la rutina diaria de la elfa pervertida de ir al gremio a trabajar. Limy parecía una niña con un juguete nuevo. Desde que salimos que no había soltado el látigo, sosteniéndolo con ambas manos delante suyo a la altura de su barriga y meneándolo de un lado a otro sin parar como un gusano loco. Aeldrya no le sacaba los ojos de encima a ese trozo de metal danzante.


—Disimul…


—¡No es eso! —me interrumpió.


«Mierda… ya empieza a conocerme demasiado. A este ritmo ya no podré seguir burlándome de ella.» 


—Entiendo un poco de fórmulas mágicas y nunca vi nada igual. Es más, nunca escuché de ninguna inscripción que permita usar armas mágicas a quienes no son capaces de controlar el maná. Se supone que para que una inscripción funcione se le tiene que enviar maná anteriormente. Espera…


La elfa se paró en seco y miró fijamente las letras escritas en la empuñadura.


—… Acaso eso… Eso no es... lenguaje maldito… ¿verdad?


—Jajajaja, puede ser.


—¡¿Acabas de crear un arma maldita?!


—Se podría decir que sí, jajajajaja.


—¡No es cosa de risa! ¡¿A quién se le ocurre maldecir un arma en medio de una ciudad?!


—Bah, no te preocupes tanto, ni que fuera a robarle el alma a alguien o algo parecido. Simplemente es una maldición menor que succiona el maná de su portador en contra de su voluntad y lo dirige automáticamente al circuito inscrito en la empuñadura. Normalmente uno se quedaría rápidamente sin maná si empuñara eso, pero los limos son capaces de reabsorber su propio maná. Como hice un circuito de ida y vuelta, el maná siempre termina de nuevo en su cuerpo. Sus gastos al usar esta arma son cero.


—El arma perfecta para un limo…


—Correcto, jajajaja. 


—Parece que tanto tú como Imliar tuvisteis la misma idea.


—Yo solo agregué el circuito y maldije el arma. El mecanismo que la controla es todo cosa de tu amiga.


—Entonces esto es… ¿un arma rúnica mágica maldita?


—Supongo que podría llamarse así, jajajajaja.


—No me puedo creer que hayas creado tal cosa. Si alguien llega a enterarse…


Limy y yo no teníamos ni idea de lo que decían, así que dejamos a esas dos discutiendo en su mundo. Bueno, algo entendí… habían creado un tentáculo metálico… Solo a Aeldrya se le pudo haber ocurrido tal cosa… solo a ella…


***


Finalmente llegamos al gremio, pero la elfa pervertida se negó a entrar junto a la diablilla. Podía permitir entrar a Limy, pero no a un demonio y mucho menos si parecía ser una niña de cinco años de edad.


—Preferiría que volvieras a casa…


—Como dije, hay unas cuantas cosas que quisiera conseguir. Si me das dinero y me dices donde hay una floristería y un herbolario me iré directamente a casa después de comprar algunas cosas.


Ambas llegaron a un acuerdo rápido. Tras despedirnos de la diablilla entramos al gremio de una maldita vez. Nada más vernos Clotpole nos llamó.


—Aeldrya, llegas justo a tiempo. Hace nada vino un viejo preguntando por ti. 


—¿Un viejo preguntando por mí?


—Sí, parece que quería reunirse contigo por algo. Me pidió que te dijera donde se hospedaría, pero llegaste antes de que se fuera. Por lo visto es un conocido del maestro del gremio y fue a saludarlo un momento. No creo que tarde en volver.


—Que raro, no conozco a ningún viejo.


«Viniendo de ti eso de viejo es relativo…» 


—¡Oh!, mira, allí está.


Clotpole señaló hacia las escaleras. Aeldrya se giró para ver de quién se trataba y nada más verle empezó a sudar a chorros mientras su rostro se deformaba en una expresión de terror puro.


—¿Qué hace esa persona aquí? ¡¿Y por qué me busca a mí?! No me digas que... —susurró mientras intentaba evitar el contacto visual con esa persona.


Me fijé en quién se trataba, lo reconocí al instante.


—¡Ah!, es un conocido mío, yo le dije que preguntara por ti si venía a Cerbalón —le susurré al oído.


—Que tú… ¡ERES IMBÉCIL!


El grito de Aeldrya resonó por todo el interior del gremio... Todos la miraron de mala manera, probablemente pensando que se lo decía a ellos…


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