Modo claro/ Modo oscuro

domingo, 30 de agosto de 2020

Sombras Divididas - v1 - Capítulo 16

16 - La batalla continúa


Un sueño despertó desde lo más oculto de mi alma, un sueño del que no quería despertar por nada del mundo. No era un simple sueño, recuerdos de un pasado distante se filtraban desde lo más profundo de mi subconsciente.


Todo a mi alrededor estaba oculto detrás de una siniestra capa de densas sombras que apenas me dejaban ver, haciéndome dudar de si lo que me rodeaba era real o no. Aún así no podía evitar anhelar perderme en esos recuerdos turbios. 


Nací en una familia feliz, formada por un padre, una madre y una hermana mayor. No teníamos problemas, o eso creía yo, hasta que empecé a notar que yo mismo era el problema. No necesité mucho tiempo para darme cuenta de que había algo raro en mí. Se me podía considerar una pieza de un puzle que no encajaba en ningún lugar.


Mis padres tampoco tardaron en notar la anomalía en mí. Mis intereses no coincidían con la mayoría de los de mi edad y pocas cosas lograban captar mi interés, haciendo que pasara el día con una expresión aburrida y molesta en mi rostro… Nadie me entendía...


Intentaron muchas cosas distintas para hacerme cambiar, pero nunca lograron resultado alguno, o más bien, consiguieron el resultado contrario al esperado. Todo y todos empezaron a parecerme un incordio y no dudaba en demostrarlo de malas maneras, hasta el punto de herir fácilmente los sentimientos de los demás. 


Conforme fui creciendo la situación no mejoró mucho. Seguía sin encajar, a pesar de buscar desesperadamente la forma. Demostré una gran facilidad para retener información y aprender cosas nuevas, pero nada consiguió satisfacerme por completo. La frustración fue incrementando hasta el punto en el que me irritaba por cualquier cosa y la descargaba en cualquiera que se me acercara. La gente empezó a distanciarse poco a poco de mí.


A los seis años ya no quedaba nada que me interesara lo más mínimo. Después de todo yo no encajaba en este mundo, y un día un grupo de niños decidió recordármelo de malas maneras. Finalmente estallé y decidí desatar toda mi ira en ellos. Les quise dar una paliza, dejarlos tirados en el suelo llorando y gritando de dolor. Al pensar en ello una sonrisa se formó en mi cara, pero una sonrisa agradable, sino una sonrisa macabra llena de intenciones asesinas.


—¡Oye, tú, qué crees que estás haciendo? 


Pero justo antes de que la locura terminara de tragarme, ella apareció. Ella… ¿quién era ella? No conseguía ver nada de esa silueta oculta entre las sombras. No recordaba su rostro, su voz, su edad, nada… Lo único que podía recordar era… su brillante sonrisa que se parecía al mismo sol...


—No puedes ir golpeando así a la gente, es malvado.



—Eres molesta, métete en tus asuntos.



—¿Por qué te peleaste con ellos? 


… 


—Ellos lo han querido así. Son molestos, me enfurecen. 



—¡No es verdad!


—Lo es.


—No lo es, idiota.



No importa lo que habláramos, no podía recordarlo bien, pero incluso a través de esos nublados recuerdos podía ver claramente el cielo estrellado encima de mí.


—Dime, ¿qué te parece el cielo?


—¿El cielo? Una mierda…


—¡Vamos, no seas así! Pareces un amargado, aprende a disfrutar un poco más de la vida. ¡Sonríe un poco!


No me faltaban ganas de marcharme de allí inmediatamente, pero algo en ella despertaba mi curiosidad y me ataba a su lado. Por primera vez estaba sintiendo interés por algo…


—Bueno, me voy.


—Espera…


—¿Qué pasa?


—… ¿Nos volveremos a ver?


¿Qué fue de esa chica? No lo sé y probablemente nunca lo sabré. Además, lo único que me permitía recordar esos acontecimientos era este sueño, pero los sueños son sueños y tienden a olvidarse. Cuando despertara el recuerdo se habría esfumado, como si nunca hubiese ocurrido jamás...


***


Al abrir los ojos no podía ver nada, pero noté rápidamente que no era por estar oscuro. Mi cara estaba apoyada en algo blando.


«¿Cómo he terminado así?», me pregunté al darme cuenta de donde estaba apoyado.


«Bueno, ahora a ver qué hago.»


—¡Despierta!


No tuve suficiente tiempo para pensar qué hacer antes de que Raidha misma me apartara y se pusiera a sacudirme intentando despertarme. Lentamente hice como que me despertaba.


—Ahm, buenos días Raidha, ¿cómo estás?


«Parezco idiota diciendo esto... ¿En serio solo se me ocurrió tal tontería?»


Se podía ver claramente que hasta hace no mucho estaba llorando, ya que las lágrimas aún no se habían secado y el miedo estaba presente en su rostro. Aún así, no podía perder el tiempo en intentar saber qué le ocurría ni de intentar consolarla.


—Tenemos que irnos antes que llegue más gente —le dije mientras me levantaba torpemente.


—Sí... ¡Vámonos! —se secó los ojos mientras se ponía de pie.


Nos pusimos en marcha, pero a los tres pasos caí de rodillas. Todo el cuerpo empezó a dolerme como nunca antes lo había hecho. Los huesos me crujían, mi respiración era pesada y hasta escupí sangre un par de veces.


—¿Estás bien? —se me acercó preocupada.


«Claro que sí... ¿No es obvio?», maldije en mi cabeza mientras me intentaba sobreponer al dolor.


Entonces me di cuenta, mis manos, mis pies, mi ropa, había manchas rojas por todos lados.


«¿Sangre?»


Empecé a temblar. Un mal presentimiento me invadió. No quería mirar atrás, pero me forcé a girar la cabeza… La calle entera estaba pintada de rojo. Las náuseas me invadieron; casi vomito un par de veces.


«Esto lo hice... Lo hizo... ¿eso?»


Desvié la mirada en pánico. El shock me hizo olvidar el dolor por un momento. Me levanté apresuradamente y caminé hacia Raidha unos momentos antes de que mis piernas se aceleraran sin querer. No quería pensar en lo que acababa de ver, simplemente quería huir de allí.


—¡La noto, la fisura está a menos de quinientos metros! —gritó Raidha.  


Inconscientemente ambos aceleramos, pero antes de poder avanzar pocos metros, un destello de luz apareció delante nuestro. Era otro Katryde que, a diferencia de los soldados que nos habíamos encontrado, no usaba armadura. Su ropa era bastante normal, aunque destacaban bastante unas medallas que colgaban desde su pecho.


—Parece que llego tarde —murmuró de mala gana.  


Aparentaba estar en sus últimos treinta o tempranos cuarenta. Su aspecto era parecido a los demás Katrydes: cabello dorado que le llegaba hasta los hombros y una barba del mismo color que parecía haberse descuidado durante unos cuantos días. El color de sus ojos seguía siendo el mismo plateado, pero había algo diferente en ellos. Al cruzar miradas con él pude apreciar que desprendían un brillo que los demás Katrydes no tenían. Solo con eso pude deducir que no se podía comparar con los demás. 


«Mierda, ¿qué hacemos ahora?»


Apenas parpadeé un segundo y me lo encontré justo delante. Un fuerte puñetazo me golpeó en la cara sin que pudiera hacer nada. Caí tontamente al suelo. Todo el mundo a mi alrededor daba vueltas sin parar.


—No me puedo creer lo que les hiciste a mis hombres, menudo monstruo estás hecho.


Raidha vino corriendo hacia mí, preocupada, pero tan pronto se me acercó fue apartada por un golpe que le dio ese mismo tipo con la parte trasera de su mano.


—¡¿Quién eres tú?! —le pregunto Raidha mientras se levantaba con la mano en la cara.


—Me llamo Theralox, un general del ejército Katryde. Tuvisteis mala suerte de que justamente me encontrara por esta zona.


Theralox empezó a caminar hacia Raidha, sin mucha prisa. Yo no estaba en condiciones de hacer mucho. No me quedaban fuerzas para levantarme del todo y apenas podía moverme bien, aún así desenfundé la pistola y le apunté desde el suelo.


—¡No te acerques a Raidha!  


Mi pulso no era firme. Mi mano temblaba como gelatina y mi visión también fallaba. Dudaba poder acertar por mucho que disparara de cerca. 


«Estoy seguro de que no salgo vivo de esta… ¿Por qué estoy haciendo esto?»  


Theralox me ignoró por completo y siguió acercándose a Raidha. Apreté el gatillo varias veces, pero realmente no acerté ni una. Las pocas que le pudieron haber alcanzado las evitó simplemente moviéndose al lado. Por fin entendí a que se refirió Raidha cuando me dijo que las armas de fuego no valían la pena. 


—Erfes realmente molesto, chico —se giró hacia mí.


—Raidha, corre… Por lo menos huye tú… Los retendré de alguna manera.


Ni yo mismo creía lo que había dicho, pero esas palabras salieron estúpidamente de mi boca...   


—¿Has dicho Raidha? 


… y por lo visto llamaron bastante su atención. 


0 comentarios:

Publicar un comentario