Modo claro/ Modo oscuro

lunes, 6 de julio de 2020

Sombras Divididas - v1 - Capítulo 5

 5 - La ciudad negra


No puedo asegurar cuánto tiempo pasó antes de llegar a lo que parecía ser una ciudad. Nada más la tuvimos a la vista, Raidha se puso justo delante de mí y extendió sus cuatro extremidades superiores, de espaldas a la ciudad.


—Bienvenido a Valdhoram, el corazón de este bonito mundo, Nilhemfir.


No hay duda de que esta princesa estaba orgullosa de su ciudad, y su gran sonrisa lo demostraba.


—¿De verdad esto es una ciudad?


—Sí, ¿no es maravillosa? ¡Vamos!


Me cogió de la mano y tiró de mí, arrastrándome a toda velocidad hacia la ciudad, que era escalofriante cuanto menos. De lejos lo único que podía ver eran unas estructuras parecidas a un montón de agujas que salían de un inmenso y oscuro abismo, pero conforme nos acercamos me di cuenta de que eran edificios, y justo en el medio de todos ellos se podía ver uno que destacaba bastante. Puesto que quien tiraba de mí era una princesa malcriada, la lógica me decía que eso era su castillo.


Una vez entramos en la ciudad me di cuenta de que ese abismo eran las completamente negras calles de la propia ciudad. Además, las carreteras no se limitaban a ir únicamente por tierra. En algunas partes se levantaban varios metros del suelo sin señal alguna de que hubiera pilares sujetándolos. Simplemente parecían volar entre los edificios. Lo normal sería que los materiales no pudieran soportar el peso y se derrumbaran, pero ese no era el caso. Es más, todo parecía estar hecho de una sola pieza. Por mucho que me esforcé en encontrar alguna junta no conseguí ver ninguna.


«Esto es una locura…»  


Y lo peor de todo era que únicamente podía observar distintas tonalidades de negro por donde fuera que mirase. Ya me esperaba no encontrar focos de luz y acepté eso como una opción lógica, al fin y al cabo era una tontería utilizar luz cuando la gente de por allí era capaz de ver en la oscuridad, pero que todo fuera negro ya era demasiado. ¡Decir que era deprimente era quedarse corto!


—Todo a nuestro alrededor se ve exactamente igual… ¿Cómo demonios os orientáis por aquí dentro?


—Pues la verdad es que nunca me pregunté esto. Para mí es simplemente normal.


—Aún así un poco de color no os haría mal. 


Golpeé ligeramente la pared de un edificio. El material era similar al metal, pero al mismo tiempo no parecía serlo. Me recordó un poco al escudo improvisado que Raidha usó en el bosque.


—¿De qué está hecho todo esto?


—Materializamos la energía oscura y la usamos para construir edificios, carreteras o lo que haga falta, por eso todo es de color negro. Aunque te lo explique no creo que lo entiendas.


—Probablemente… no…


—Después de todo se podría decir que somos la forma de vida más antigua de entre todos los mundos conocidos. Os sacamos millones de años de ventaja.


—La forma de vida más antigua de entre todos los mundos, ¿eh? Entonces, a pesar de parecer tan joven… ¡¿eres un dinosaurio?!  


—¡Claro que no, imbécil! ¡Hablo de mi gente, no de mí misma!


—¡Ahí está!


El grito de un hombre se superpuso con el de Raidha. Se trataba de un hombre con exactamente las mismas características que Raidha: ojos rojos, cabello plateado y alas completamente negras. De todos modos eso no me importaba mucho, lo que me preocupaba es que estaba corriendo directamente hacia mí... ¡con una lanza en sus manos! Y no estaba solo. Antes de poder decir nada estaba rodeado de gente armada con cara de pocos amigos.


—Tú, ¿quién eres y cómo llegaste aquí?


Una de esas lanzas se acercó a mi cuello. La princesa había dicho que nos sacaban millones de años de ventaja, aunque esas lanzas no parecían decir lo mismo. De todos modos el ligero pinchazo que sentí me decía claramente que no se trataba de una broma.


—Yo…


Ni siquiera sabía cómo responder, y tener esa cosa pinchándome el cuello no me ayudaba a pensar más rápido. Por suerte Raidha enseguida apartó la lanza y se interpuso entre ese hombre y yo.


—¡Esperad, viene conmigo!


Por un momento esos hombres se quedaron mirando a Raidha, hasta que finalmente parecieron reconocerla.


—¡¿Princesa, qué hace aquí?!


—Ah, esto… Ehhhh… ¡No importa! ¡Tenemos prisa, dejadnos pasar!


De nuevo me cogió de la mano y se abrió paso entre los confusos hombres. Luego me arrastró corriendo por toda la ciudad. Cada vez que nos cruzábamos con alguna de esas personas podía notar una punzante mirada tras de mí. Estaba más que claro que no era bienvenido.


«¡Yo tampoco quiero estar aquí! ¡Dejadme regresar a casa!»


—No se lo tengas en cuenta. La mayoría de ellos vivieron tiempos difíciles. Es normal que estén en guardia al ver algo que no sea un silphen caminando por la ciudad. 


—Bueno… ¿pero por qué van con lanzas? Hasta en mi mundo existen las armas de fuego, y eso que según tú nos sacáis millones de años de ventaja.


—¿Ah? ¿Por qué usaríamos tales cosas? La mayoría de soldados podrían evitar una bala con facilidad. Es mejor usar un arma que no dependa de proyectiles y pueda moverse al mismo tiempo que tu cuerpo, ¿no crees? Y en caso de necesitar ataques a distancia nos basta con lanzar proyectiles de energía oscura.


—No sé ni para qué pregunto…


Terminé dejándome arrastrar en silencio a lo que como había imaginado era su castillo. Raidha enseguida abrió la puerta y tal como entramos la cerró de nuevo. Ambos dejamos escapar un suspiro de alivio, pero apenas un par de segundos después de sentirnos seguros otro par de esos tipos se nos acercaron.


—Ehm… ¡Estoy de vuelta!


Raidha les saludó con una sonrisa que intentaba ocultar su nerviosismo.


—Princesa, su padre quiere verla en la sala del trono ahora mismo.


—¡¿Ehhhh?! ¿Por qué justamente ahí?


—Venga junto a este humano.


—Sí…


Raidha se resignó y empezó a caminar entre esos dos hombres. Yo la seguí al momento, aunque casi noté que fui empujado a seguirla por el tipo que se quedó detrás nuestro.


—Ehm, de todos modos quería llevarte a ver a mi padre. Normalmente cuesta encontrarle, así que esto nos ahorra tiempo… Y que nos llame a la sala del trono… ¡simplemente quiere dárselas de importante! Así que no te preocupes, ¿vale?


—Pareces más preocupada que yo…


Que prácticamente estuviera temblando mientras hablaba no ayudaba a que yo me calmase… Pensé un par de veces en echar a correr, pero enseguida llegamos a una enorme sala. En el fondo había una silla, aunque probablemente sería mejor llamarla trono, y en ella se sentaba un hombre de mediana edad.


Al igual que todos los de ese lugar tenía el cabello plateado y los ojos rojos. Llevaba una ropa parecida a un traje que no podía ocultar del todo lo que parecían ser unos músculos bastante definidos, cosa que no coincidía lo más mínimo con mi imagen mental de un rey. A su imponente cuerpo se sumaban el par de enormes alas negras de su espalda que lo hacían parecer un auténtico ángel de la muerte. Todo él daba miedo sin que le hiciera falta hacer nada.


«Este es, ¿el padre de Raidha?»


Su mirada se clavó en la mía y una desagradable sensación me asaltó casi al momento. No pude evitar quedarme completamente paralizado sin poder apartar mis ojos de los suyos, hasta prácticamente se me olvidó como hablar o directamente respirar.


—¡No te quedes mirando al rey tan descaradamente! 


Apenas recuperé el control de mi cuerpo después de recibir un tremendo golpe que me lanzó contra el suelo, cortando nuestro contacto visual.


—¡¿Por qué le golpeas?!


Raidha se me acercó y se agachó para intentar ayudarme a ponerme de rodillas.


—¡Raidha!


Ante el repentino grito Raidha prácticamente se ocultó detrás de mí. Al levantar mi mirada me encontré de nuevo con la de su padre, aunque esta vez estaba clavada en Raidha en lugar de mí… y parecía estar bastante enfadado…


—¿Dónde te metiste? ¿Y por qué trajiste a este humano contigo?


—¡Ah! Papá, ciertas cosas pasaron... ¡Aunque ahora no es el momento para explicarlas a fondo! Resulta que... ehm... esto... ehhh…


—Hija, habla claro de una vez.


—Esto... no entiendo qué pasó pero... él tocó mi espada y la energía oscura... y…


—Tú espada…


—Vurtalis... —respondió Raidha, con una risilla incómoda.


Su padre se chocó la frente con la palma de la mano y soltó un gran suspiro de desesperación. Parece que la princesita era incordiante hasta para su misma familia.


—Yo solo quisiera regresar a casa… ¿Podría irme de una vez? 


Decidí interrumpir. Si dejaba que Raidha siguiera con las suyas no avanzaríamos.


—Ya te dije que si regresas con energía oscura en tu cuerpo estarás en problemas. ¿Acaso no lo entiendes aún?


—¡Pues no! Ni siquiera entiendo que sois vosotros exactamente y mucho menos qué son esos katryde que digiste. ¿Por qué deberían atacarme? ¡¿Qué demonios pasa entre vosotros?!


—¡Papá, explícaselo un poco!


El rey dejó escapar un pesado suspiro y se recostó en el trono con la vista perdida en el otro lado de la habitación antes de ponerse a hablar con pesar.


—Los silphen y los katryde somos dos pueblos enfrentados. Durante milenios hemos estado peleando donde fuera que nos encontrásemos. Los silphen somos fuertes, pero menos en cantidad que ellos. Con su superioridad numérica apenas podemos hacerles frente. Al final no tuvimos otro remedio que huir de ellos, y aún así nos persiguieron por todos los mundos conocidos. Fuimos cazados y exterminados sin piedad hasta que conseguimos establecernos aquí en Nilhemfir, un mundo protegido por la oscuridad y el único lugar donde aún no nos han conseguido encontrar. Por eso, ya que no queremos que nos encuentren no podemos…


—Son egoístas y sádicos. ¡En el mismo instante en el que noten la energía oscura en ti estarás muerto! —Raidha le interrumpió.


—Lo único que siento que ha cambiado en mí es que ahora puedo ver en la oscuridad... Menudo poder tan peligroso como para que me quieran matar…


—¡Que alguien tenga rastros de oscuridad en él es suficiente para que le ataquen! 


—Raidha eso no es... 


El rey la miró con duda y lo que pareció ser un intento de replicarle algo, sin embargo cerró la boca y suspiro mientras meneaba la cabeza de lado a lado.


—Chico, ¿qué hiciste para que ocurriera esto?


—No sabría decir… Toqué esa espada que lleva Raidha. Entonces un humo negro salió y se metió en mi cuerpo… Luego ya no sé qué pasó.


Ambos me observaron con una expresión pensativa.


—Papá, probablemente absorbió una parte de mi energía oscura almacenada en Vurtalis.   


—No, esta espada es…


De nuevo se quedó mirándome fijamente con el cejo fruncido, y una vez más quedé paralizado en el sitio por esa desagradable sensación hasta que desvió su mirada hacia Raidha. Y aún así no pude dejar de temblar. No puedo asegurar si se trataba de miedo o de otra cosa, simplemente podría decir que esa mirada se sentía como si pudiera ver hasta lo más profundo de mi ser, sin que le pudiera ocultar absolutamente nada.


—De todas formas no tengo tiempo que perder con él ahora mismo y no podemos darnos el lujo de llevarlo a su mundo. 


—¡Pero papá! ¡Está aquí por mi culpa!


—¡Silencio, Raidha! Lo que hiciste es más serio de lo que crees. No es momento de perder el tiempo investigando por qué un humano tiene energía oscura. Lo importante ahora es tener una buena charla contigo —dijo con un tono extremadamente severo—, una charla muy importante —cambió a un susurro triste.


—Entonces… ¿qué pasará con él? Si le dejamos con esa energía oscura en su interior...


—Por el momento le mantendremos aquí y luego veré que hacer con él. Esa energía oscura que tiene dentro no es algo por lo que preocuparse, lo que me preocupa es lo otro que tiene dentro…


De nuevo me clavó su mirada e hizo una señal con la mano hacia los guardias, que empezaron a caminar hacia mí en silencio. Combinando ambas cosas, sentí que el terror puro me asaltaba por primera vez desde que había llegado a ese mundo.


«¿Cómo se supone que debo interpretar eso? ¿De verdad no van a ayudarme a regresar a casa? Entonces, ¿qué se supone que voy a hacer?»  


Di un paso hacia atrás al ver a esos tipos acercarse. Delante mío estaba Raidha con una expresión complicada. Probablemente ella tampoco sabía qué hacer para ayudarme.


«No puedo quedarme aquí… ¡No quiero quedarme aquí!»  


Miré por todos lados buscando una salida, una solución, algo, ¡lo que fuera! Entonces ahí estaba, colgando de su cinturón, lo que lo empezó todo, Vurtalis.


«Esa espada…»  


No tenía conocimientos de cómo usar una espada ni nociones básicas de esgrima, pero en la desesperación todo me dio igual. Le robé la espada casi por reflejo y, dando un paso atrás, me preparé para utilizarla, ya fuera para abrir un agujero que me permitiera escapar de ese lugar o simplemente para empezar un combate desesperado, imposible de ganar…


—Solo quiero irme de aquí… —murmuré.  


De golpe, un malestar general empezó a nublar mis sentidos. Noté algo expandiéndose por todo mi cuerpo a gran velocidad al mismo tiempo que mi consciencia se hacía cada vez más tenue.


Idiota, qué puedes hacer tú solo? Eres débil, pero no te preocupes, yo te sacaré de aquí.


0 comentarios:

Publicar un comentario