Modo claro/ Modo oscuro

domingo, 4 de abril de 2021

Sombras divididas - Capítulo 20

 20 - Magia... ¿qué es eso?


Al día siguiente empezó mi entrenamiento. Puesto que aún estaba herido y no podía moverme mucho empezamos con las clases de magia. Concretamente, teoría de la magia. Mirthia me sentó en una silla dentro de una habitación medio vacía. Ella se plantó delante mío con los brazos cruzados y una mirada poco convencida. Ya me advirtió que no era buena enseñando así que estaba preparado para sufrir un poco...


—Primero que nada, miau, ¿conoces cómo funciona la magia? Sin saber lo más básico no podemos empezar.


—No, nunca he usado magia. En realidad… ni sé qué es. 


—Miau… —Mirthia suspiró con cara abatida y las orejas caídas— A ver, resumiendo un poco, la magia es el arte de utilizar nuestro maná para emular las energías que dan forma al mundo y controlarlo a voluntad.    


«Ahm… pues vale…»  


—¿Lo entiendes? 


—No, en absoluto. 


Mirthia se quedó mirándome con los ojos entrecerrados, como si fuera un idiota con el que le costaría tratar.


—Miau, ¿al menos conoces los elementos básicos que componen el mundo? 


—Bueno, recuerdo algunos… Litio, sodio, potasio…


—¡Miau, ¿qué idiotez estás diciendo?! —gritó mientras se ponía la mano derecha en la cabeza.   


—Los elementos...


—¡Los elementos básicos son tierra, aire, agua y fuego! —me interrumpió.


En ese momento fui yo el que se la quedó mirando sin decir nada con los ojos entrecerrados, cosa que hizo que ella me devolviera la misma expresión de manera más severa.


«Hola edad media… encantado de conocerte…»  


Desistí de discutir y acepté ser tratado como un tonto que no sabía nada. Después de todo, así era en cuanto a magia se trataba. Tras dar otro suspiro y rascarse la cabeza, Mirthia puso la mano en su barbilla, probablemente pensando en cómo explicarle las cosas de forma sencilla a un idiota recién nacido.


—Mejor empecemos por las energías místicas, miau. Todo cuanto existe está formado por dos componentes: materia y esencia. Ambas partes coexisten en armonía, de tal manera que si se modifica una la otra cambia en consecuencia. La esencia está formada en su mayoría por una poderosa energía presente en todos lados que, al encontrarse en la propia naturaleza del mundo, la llamamos energía natural. Controlar esta energía equivaldría a controlar la esencia y, en consecuencia, la materia.


Entonces hizo una pausa, inquiriendo mi afirmación sobre si lo había entendido o no. Simplemente asentí con la cabeza.


—Luego, a parte de esa energía natural, existe una energía independiente que todo ser vivo poseedor de una mente autónoma es capaz de generar en su interior, el maná. Puesto que es una parte nuestra podemos controlarlo a voluntad. Miau, ¿hasta aquí todo bien?


—Sí, de momento no hay problema.


—Bien, miau. Este maná es una energía especial con propiedades de ambas partes a la vez, materia y esencia. Llamamos magia a la capacidad de usar este maná para emular las energías y la materia que forman el mundo, generando o alterando su contenido a voluntad.


—Suena bastante… poco creíble. 


—Por supuesto, miau, es solo una definición teórica. La magia no es todopoderosa ni te vuelve un dios. No hay forma de que una persona pueda alterar el mundo a su voluntad. Tampoco es tan simple como querer hacer algo y que suceda instantáneamente. Se necesita práctica y talento para poder manejarse con ella. 


—Bueno, eso suena más lógico... 


Mirthia asintió ante mi respuesta.


—Mira, esto es maná, miau.


Se me acercó hasta estar justo delante y levantó la mano derecha, con la palma hacia el cielo. Encima suyo empezó a formarse una esfera de color blanco azulado que centelleaba con distintos colores y tonalidades.


—Esto es una esfera de maná puro, miau. Una masa de energía sin una esencia definida. Ahora que ya entiendes lo que es, te voy a hablar sobre la afinidad mágica, miau.


Levantó su otra mano de la misma forma. Al igual que con la anterior, una esfera centelleante empezó a formarse encima, con la diferencia de que esta no tenía múltiples colores, sino que era completamente amarilla. 


—Tierra, aire, agua y fuego, la energía natural se compone de estos cuatro elementos. Cada elemento tiene una esencia única y controla una parte distinta del mundo. El maná no posee una esencia en concreto y las puede emular todas, pero cada persona tiene más o menos facilidad para controlar un elemento u otro, miau. Eso es a lo que se le llama afinidad, la capacidad innata de usar plenamente un elemento en concreto. 


Tal y como creó ambas esferas de energía las hizo desaparecer antes de ponerse a pasear por la habitación mientras seguía explicando. 


—La afinidad es algo con lo que se nace y no se puede cambiar. Algunas personas nacen con la mala suerte de no tener afinidad alguna y hay casos extremadamente raros en los que algunos nacen con dos, pero la mayoría de personas solo suelen tener una, miau. Nadie es capaz de usar todos los elementos en su máxima plenitud. No significa que una persona no sea capaz de usar varios elementos, pero controlar a los que no se es afín es mucho más complicado y a veces hasta inutil, miau. También hay muchas cosas que no son posibles si no se posee la afinidad adecuada. Es por eso que la magia no es todopoderosa ni milagrosa, miau.


—Vale, creo hacerme una idea bastante clara.


—Miau… es una suerte… Bien, para finalizar te hablaré un poco de las variantes o especializaciones. Dentro de cada elemento se podría decir que hay subtipos de magia. Este tipo de magia no se puede usar a menos que tengas la afinidad adecuada con el elemento básico relacionado. Por ejemplo, mi afinidad es con la tierra. Gracias a esto también puedo utilizar la variante madera y usar magia relacionada con las plantas. Sin poseer específicamente esta afinidad no podría usar esta magia. Otro ejemplo sería una variante del aire llamado relámpago, la cual yo no podría usar incluso entrenando toda mi vida. Te enseñaría algunos ejemplos, pero la mayoría de los habitantes de este bosque usan el elemento tierra, así que será difícil mostrarte otro tipo de magia. 


—¿Qué hay de la magia oscura?


—¿Miau? ¡Eso no existe!  


Me gritó de malas maneras, como si  hubiera dicho la tontería más grande del día. Por lo visto esta maulladora no sabía tanto de magia como pensaba. De todos modos no me importaba su nivel de conocimiento. Con que me enseñara me valía.


—Bueno… y lo importante, ¿cómo uso el maná este? 


—Sacas el maná de tu cuerpo y le das la esencia y forma física que quieres.  


—Ya… algo más gráfico por favor... 


—Miau… Poniéndolo fácil, imagínate un contenedor lleno de agua dentro de ti, esa agua sería tu maná. De allí coges un poco de agua y la moldeas hasta darle la forma que deseas.  


Abrí la boca para replicar ante esa absurda explicación inentendible… pero la cerré con un suspiro. 


—Lo mejor es aprender con la práctica, pero antes de empezar necesitaremos descubrir tu afinidad, miau. Normalmente uno se da cuenta por sí mismo, aunque teniendo en cuenta que ni siquiera conoces lo más básico, miau… Descubrir la afinidad de alguien que no sabe nada de magia no es fácil, aunque con un poco de suerte por lo menos podremos descartar una… Veamos dónde metí eso, miau.


Mirthia se dirigió a un gran armario situado a un lado de la habitación y empezó a sacar cosas de los cajones.


—¡Ah!, sabía que estaba por aquí —dijo mientras me mostraba un pequeño palo—. Esto es un trozo de una rama del árbol sagrado. El árbol sagrado posee una gran cantidad de energía natural en él. Al coger una rama y dejarla secar se consigue un palo que reacciona al maná afín con la tierra. 


Rompió el palo por la mitad y me mostró directamente uno de los trozos. El palo seco empezó a recobrar el color rápidamente y hasta le salió un pequeño brote con una hoja.


—¿Ves? Ha reaccionado a mi maná y ha recuperado su energía. Con esto al menos podremos saber si tienes afinidad con la naturaleza o no. Inténtalo tú, miau. 


Me lanzó el otro trozo de palo. Me lo quedé mirando con dudas, sin embargo, apenas pasó un par de segundos en mis manos le salio un brote… seguido de otro brote… y otro… En cinco segundos todo el palo se había vuelto un pequeño árbol en miniatura que no paraba de crecer. Asustado al ver que su crecimiento no se detenía lo tiré de nuevo a los pies de Mirthia. Al separarse de mis manos por fin dejó de crecer. 


—Esto… no me lo esperaba… miau —dijo Mirthia, mirando el pequeño árbol con los ojos completamente abiertos.


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