Modo claro/ Modo oscuro

lunes, 29 de marzo de 2021

Sombras divididas - Capítulo 19

 19 - Quiero ser mas fuerte


Otra vez la gata inclinó la cabeza hacia la derecha moviendo las orejas de nuevo. Solo le faltaba el signo de interrogación encima.


—Mis ojos suelen ser marrones... ¿Por qué están verdes?... Y ahora que me fijo mejor, la gema en la empuñadura de Vurtalis también está verde...


—Ya estabas así cuando te encontré.


—¡¿Cómo es posible?!


—¡Drayd, estás bien! —sonó la voz eufórica de Raidha.


Mi grito de sorpresa parecía haber despertado a la princesa durmiente y, como buena loca, se tiró encima mío a abrazarme a pesar de que ella misma estaba herida. Eso provocó que todo mi cuerpo doliera incluso más.


—¡Ayyyyyyyy! ¡Quita de encima que me duele todo! Pedazo idiota, ¡piensa un poco lo que haces! —le reproché mientras vivía un infierno entre sus brazos.


—¡Ah!, perdón. Un momento, ¡tus ojos!


—Sí, mis ojos... Ya me di cuenta.


En ese momento nos dimos cuenta de algo, a parte de por los vendajes estábamos en ropa interior.


—¡Waaaaaaaaaaaaaaaaaaa!


El grito de Raida quedó ahogado con el sonido del golpe sin sentido alguno que me dio después...


—Ayyy... mierd... ¡¿Por qué me pegas a mí?! Tú eres la que me saltó encima en ropa interior... ¡Si acaso debería atizarte yo a ti!


—Reacción instintiva... ¡¿Dónde está nuestra ropa?!


—La tuya está algo rota, pero supongo que se puede arreglar. Por el contrario, la de Drayd está hecha completamente harapos. Esperad aquí os traeré algo nuevo —le respondió la gata.


Mirthia fue a buscar un par de prendas que parecían ser las típicas de esa aldea. Me dio un simple conjunto de camiseta y pantalón largo de un color amarillo apagado. El tejido parecía estar hecho de lino o algún hierbajo parecido. Parecían haber sido rudimentariamente elaboradas. Sus costuras eran bastante toscas y no tenían pinta de ser extremadamente cómodas.


—Perfecto, gracias... pero... ¡Estos pantalones tienen un agujero en el culo! —dije mientras levantaba los pantalones delante de mi cara.


—Claro, para la cola.


—Nosotros no tenemos cola... Creo que se verá raro...


De todos modos no dije nada más y lo acepté agradecido. Era mejor ir con un agujero en el ojete a ir desnudo por ahí.


***


Pasaron un par de días y sorprendentemente mis heridas se curaron lo suficiente para por lo menos poder levantarme de la cama y andar otra vez. Al principio no entendí la causa del color verde de mis ojos, pero tras ver esa rápida recuperación lo entendí un poco. Por lo visto había obtenido un poder muy extraño, uno capaz de curar heridas horribles como si fueran simples arañazos. Por mala suerte, poco a poco se debilitó y no fue suficiente para curarme del todo. De todos modos no podía hacer otra cosa que dar gracias por haberme permitido recuperar hasta tal punto.


El dolor de mis costillas se redujo lo suficiente como para poder respirar con normalidad y ya no volví a sangrar por ningún agujero, así que los órganos parecían haberse "solidificado" de nuevo. Lo único peligroso que quedaba era ese agujero del tamaño de un dedo en mi abdomen. Sin embargo, tampoco sangraba y parecía estar suficientemente cerrado como para no amenazar mi día a día.


Por primera vez salí de esa casa a observar la aldea. Por lo que nos había contado Mirthia, ya sabía que nos encontrábamos en medio de un bosque, pero no me esperaba lo que vi.


La aldea estaba construida justo en medio de un gran claro en medio de un montón de árboles de un tamaño considerable. Algunos se levantaban más de cinco metros sobre la tierra, formando copas frondosas de un verde intenso. El diámetro de sus troncos también era tan grande que a duras penas lo llegaba a rodear con un abrazo. Algunos ni podía.


Tomé una profunda respiración. El aire limpio llenó mis pulmones al mismo tiempo que la fragancia de la hierba inundó mis fosas nasales. Un sentimiento relajante que no había sido capaz de sentir en muchos días hizo brotar una ligera sonrisa en mi cara.


—Por fin algo de paz...


Observé las casas que me rodeaban. Habría entre cuarenta o cincuenta casas rudimentarias, hechas sobre todo de madera y paja. La mayoría estaban en el suelo, pero también se construyeron algunas encima de los árboles más anchos y resistentes. Ninguna de esas casas tenía un segundo piso. Todo apuntaba a que se trataba de una aldea de una tribu alejada de la civilización. De todos modos, no era un lugar desagradable.


«¿Será que estamos alejados de las zonas modernas o todo el mundo será así?», me pregunté mientras me sentaba cerca de la puerta.


El estilo de vida de la aldea era tan simple como sus construcciones. Vivían de lo que encontraban en el bosque, tanto vegetal como animal. Mirthia parecía ser una especie de cazadora y soldado de la tribu. También era capaz de usar magia como Raidha. Mantenía la aldea fuera de peligro al mismo tiempo que se encargaba de cazar. Además era amable y todos la amaban. Una persona... o gata... magnífica. Todo lo contrario que yo.


Raidha, a diferencia de mí, seguía bastante herida y le era bastante complicado moverse con normalidad. Eso demostraba lo increíble que era ese poder que había despertado en mí.


«Si pudiera descubrir de dónde salió...»


Aún me lamentaba de lo inútil que era. Escapé de la muerte por poco. Si se repetía esa situación probablemente no tendría la misma suerte.


—Menudo inútil estás hecho, de nuevo delegando tus problemas en los demás —repetí tontamente las últimas palabras que me dijo esa voz que no me había vuelto a hablar desde entonces.


Levanté la mirada hacia el cielo, recordando como Raidha usaba esa energía negra para defendernos y como esos katryde lanzaban rayos de luz aterradores.


—No puedo seguir así… Si algo similar ocurre de nuevo...

 

Me levanté y resoplé con fuerza.


—Magia, ¿eh? Si fuera capaz de usar algo parecido...


Decidí cambiar, hacerme más fuerte, pero no tenía muy claro cómo. Sin embargo, no es como si no pudiera hacer nada. Decidí tragarme el orgullo y pedir ayuda. Después de todo, tenía a alguien bastante capaz a quien pedírsela.


—Decidido... ¡Voy a aprender magia!


Con tal resolución volví a entrar en la casa y esperé a que la noche cayera sobre el bosque.


***


Luego de que Raidha se acostara fui a ver a Myrthia. Estaba decidido a que me ayudara, tanto con la espada como con la magia. Necesitaba aprender a pelear sí o sí. Me acerqué a la puerta de su habitación y la golpeé tres veces. Ella salió enseguida. Tuve suerte de que aún no se hubiera acostado.


—Miau, ¿qué quieres?


—Myrthia... quizás es mucho pedir después de que me salvaras la vida, pero...¿me enseñarías a luchar?


Giró tontamente la cabeza y empezó a rascarse la oreja izquierda. Luego cruzó los brazos y se puso a hablar con un tono muy serio.


—¿Qué te pasa así de repente? Siquiera estás curado del todo. A duras penas puedes andar bien. ¿En qué estás pensando?


—Soy demasiado débil... No soy bueno con la espada, no tengo puntería, no sé usar magia... Siempre corrí de los problemas, evité toda pelea y hasta ahora he vivido evadiendo todo lo que me molestaba... Por eso, tengo que cambiar.


—Si siempre viviste así, ¿por qué quieres cambiar ahora?


—Viste el estado en el que nos encontraste... Eso fue culpa de que no tenía suficiente poder y sobrevivimos por pura suerte. Estoy seguro de que si esa situación se repite no saldremos vivos de nuevo.


—Miau… de verdad es por eso?


Me quedé callado unos segundos y cerré los ojos pensando realmente el porqué.


«¿Por qué he decidido esto? Porque no quiero tener que huir más... Porque hay veces que tendré que pelear... Porque quiero poder... No...»


Abrí los ojos y tras pensarlo bien contesté.


—Probablemente es porque... quiero proteger a Raidha.


Mirthia se me quedó mirando fijamente a los ojos en silencio con una seria mirada en los suyos. Durante unos segundos ambos permanecimos en completo silencio, ni nuestra respiración se escuchaba... Segundos tras los cuales su cara empezó a deformarse.


—Pffffff miajajajajajajaja, típico. Miajajajajaja. Ay, que risa miajajaja. Ay, ay, me muero miajajajaja —empezó a reír mientras se sujetaba al marco de la puerta para no caerse.


Mi cara se puso toda roja ante su risa. No me esperaba que reaccionara de esa manera ante mi sincera respuesta. Reía tan fuerte que parecía dolerle el estómago y a punto estaba de empezar a revolcarse por el suelo.


—No hacía falta reírse... —dije con un avergonzado hilo de voz.


—Sí, sí, claro miajaja. ¿Quieres ir de caballero por el mundo, chico? Estas tonterías me hacen mucha gracia. De todos modos está bien, supongo que puedo enseñarte un poco. Eso sí, no esperes demasiado de mí, no soy buena maestra y no sé controlarme muy bien. Espero que no mueras durante el entrenamiento miajajaja. Me sabría mal después de salvarte.


Y así empecé a arrepentirme de mi decisión...


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